El Centro Penitenciario de Lurigancho, además de ser uno de los más grandes y poblados de Perú, enfrenta desafíos significativos relacionados con la aglomeración y las condiciones de vida de las personas internas. Esta sobrepoblación dificulta la rehabilitación y el control de actividades delictivas dentro del penal, lo que lo convierte en un foco de atención para las políticas penitenciarias y de derechos humanos en el país.
Sin embargo, en el ámbito educativo, existen oportunidades para que las personas reclusas emprendan un rumbo diferente con el fin de reivindicarse ante la sociedad. Estas opciones se ofrecen a través de organismos públicos, como el Instituto Nacional Penitenciario (INPE). Los programas educativos están disponibles para quienes se encuentran cumpliendo con la condena.
Aunque los programas tienen un costo, el objetivo es facilitar su reintegración social y laboral, potenciando sus habilidades para un futuro fuera del penal.
El Centro Penitenciario de San Juan de Lurigancho es el penal con mayor cantidad de reclusos del Perú. Foto: gob.pe
En el ámbito de la formación personal y profesional, las personas privadas de libertad pueden estudiar carreras como Derecho y Administración, que les proporcionarán herramientas para su futura reintegración laboral y comunitaria. La Universidad Continental es la institución encargada de impartir esta educación, facilitando que, al concluir su pena, se reincorporen eficazmente a la sociedad. A través de estos programas, no solo adquieren conocimientos específicos, sino que también desarrollan competencias que fortalecen su crecimiento integral y los preparan para reincorporarse sin inconvenientes al entorno social.
Por otro lado, estudiar en la Universidad Continental tiene un costo de 350 soles para las personas reclusas, mientras que la matrícula en un instituto es de 200 soles. Generalmente, los familiares de quienes permanecen en el penal cubren los gastos de las pensiones mensuales, ya que el principal anhelo es graduarse y convertirse en profesionales, a pesar de las circunstancias.
Además, el centro penitenciario dispone de varios talleres de aprendizaje que brindan a los internos la oportunidad de desarrollar habilidades prácticas y conocimientos técnicos. Estos talleres, orientados a promover la rehabilitación y la capacitación laboral, abarcan áreas como carpintería, artesanías, textiles y mecánica, entre otras. Mediante estas actividades, los internos adquieren competencias útiles que fomentan la convivencia y les permiten descubrir y aprovechar sus talentos, contribuyendo así a su crecimiento personal y reduciendo las probabilidades de reincidencia.
En los penales de todo el país, la población estudiantil alcanza los 16.572 internos, de los cuales 7.798 están en programas de Educación Básica Alternativa (CEBA) y 8.125 en programas de Capacitación Técnico-Productiva (CETPRO). Además, hay 554 estudiantes participando en la red nacional de talleres de música y 86 que realizan actividades deportivas.
La plantilla de docentes incluye 820 profesores, distribuidos entre 187 del INPE, 631 del Ministerio de Educación y 2 de otras organizaciones.
Más de 500 internos a nivel nacional están inscritos en el programa de alfabetización, lo que contribuye significativamente a reducir las posibilidades delictivas en un futuro e influye positivamente en la seguridad ciudadana.
Finalmente, con el apoyo de instituciones educativas y formativas, los reos tienen la oportunidad de forjar un nuevo rumbo y contribuir de manera positiva a sus comunidades una vez cumplida su condena. Así, el centro penitenciario no solo cumple con su función de custodia, sino que también se convierte en un espacio de formación y esperanza.