En mi último libro, Dicen de mí, conté mi intento frustrado de entrevistar al hombre que me maltrató. Por eso, cuando supe de la tremenda historia de Attiya Khan me sobrecogió, no solo porque a otra persona también se le hubiera ocurrido sino porque ella sí lo había logrado, había conseguido conversar con su agresor y preguntarle por qué. Desde los 16 y hasta los 18 años su novio Steve la sometió a una violencia salvaje: amenazas, insultos racistas, golpes, tentativas de feminicidio que le dejaron profundas secuelas. Muchos años después de que ella huyera de su lado, Steve la buscó para hablar y durante la cita no paró de llorar y decir lo siento. A Attiya, que para entonces ya trabajaba ayudando a mujeres que habían sufrido violencia de género, se le ocurrió hacer algo con esta larga y tortuosa conversación que había empezado entre ellos. Un hombre mejor es una película testimonial en la que la sobreviviente y el maltratador autoconsciente reflexionan sobre la violencia ejercida por él y la importancia de reconocerlo ante ella y el mundo para conseguir una especie de “justicia”. En una entrevista publicada en eldiario.es, Attiya dice algo muy importante: “No existe un único camino para obtener justicia que les funcione a todas las supervivientes, por eso creo que debemos tener acceso a la mayor cantidad de opciones. La justicia reparadora requiere que la superviviente se involucre y establezca los términos que mejor le funcionen”. A Attiya le funcionó mirar fijamente a los ojos del hombre violento e interpelarlo, dejó de tener pesadillas, comenzó a caminar con menos miedo por la calle y a sanar sus heridas. A otras mujeres, es probable, les servirán cosas distintas, como visibilizar su caso, denunciar, acompañar. A poco más de un año de la gran marcha de Ni una menos en Perú, mañana volvemos a salir a las calles porque seguimos buscando otras justicias posibles cuando todo ha prescrito menos el dolor.