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Tecnología

IRBin: ¿cómo funciona el robot peruano con IA que promueve el reciclaje en el país?

Actualmente, hay varios IRBins distribuidos en algunas zonas de Lima. Conversamos con uno de sus creadores y esto nos reveló sobre el robot reciclador.

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Dependiendo del establecimiento, puedes obtener algunos premios por reciclar. Foto: Cirsys | Dependiendo del establecimiento, puedes obtener algunos premios por reciclar. Foto: Cirsys

En 2018, tres estudiantes de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) tuvieron una interesante idea, la cual soñaban con volverla realidad: crear un robot con inteligencia artificial (IA) que promueva el reciclaje en nuestro país. Tras varios años de incansable dedicación y en los que superaron muchos obstáculos, entre ellos la pandemia, consiguieron cumplir su objetivo y darle vida a IRBin.

Para conocer más sobre IRBin, La República conversó con Miguel Adolfo Ángeles, un ingeniero mecatrónico que, junto con Rodrigo Vega y Erick Carranza, fundó Cirsys. Esta startup peruana, que ofrece soluciones tecnológicas con impacto social y ambiental, fue la encargada de crear al robot reciclador que acaba de ganar el concurso 'Innovadores menores de 35 Latinoamérica 2023' de la consultora Opinno y el MIT Technology.

Actualmente, la startup está compuesta por ocho personas y, según uno de sus fundadores, quienes se animen a interactuar con este robot con inteligencia artificial no solo están ayudando al planeta a través del reciclaje de botellas, también pueden obtener algunos beneficios o recompensas, que varían de acuerdo con el establecimiento donde el IRBin se encuentra ubicado.

¿Cómo decidieron crear a IRBIN?

—La idea viene de muchos años atrás, cuando nosotros nos planteamos hacer un robot reciclador para un curso. Lo desarrollamos y salió muy bien. Luego estuvimos viendo cómo mejorarlo, pero como en ese tiempo el tema de las startups en Perú estaba en pañales, hallar un financiamiento era muy difícil. Con Rodrigo y Erick vimos la necesidad de fundar una empresa para desarrollar tecnología con impacto social y ambiental.

Rediseñamos la idea inicial, la replanteamos a un modelo de negocios que pueda implementarse en el mercado y, tras buscar financiamiento, logramos fabricar el primer IRBin, que colocamos en un supermercado Tottus. Fue un éxito, les gustó mucho y otras empresas nos empezaron a llamar para contar con su propio IRBin.

Pero llegó la pandemia y tuvimos que guardar a IRBin durante un tiempo, mientras desarrollábamos otros proyectos. Ya en 2021 lo reactivamos y lo hemos colocado en varios centros comerciales. Nuestra idea es crecer y colocarlo en más espacios públicos o privados, con alto tránsito de personas para que estas puedan aprender a reciclar.

Hay ocho IRBin en Lima. Foto: Cirsys

¿Cuántos IRBin han hecho hasta el momento?

—Tenemos ocho IRBin distribuidos en el Real Plaza Primavera, en el Real Plaza Salaverry, en el Jockey Plaza, en Mega Plaza, en el Outlet que está al costado del aeropuerto y en el estacionamiento de Pex Perú. Nosotros no vendemos a IRBin, lo alquilamos. Nuestro modelo es el alquiler, con todos los servicios de mantenimiento, generación de data y demás implementación de beneficios.

Con las ganancias que hemos tenido, ya hemos vuelto más sostenible el modelo de negocio con IRBin. Eso nos ha permitido seguir fabricando más, y eso es justamente lo que queremos: ubicarlos en más lugares. No necesariamente en Lima, sino en otras ciudades del Perú y también en Latinoamérica, que es una región donde tenemos esta misma problemática.

¿Cómo es que interactúa IRBin con las personas?

—IRBin es un robot social. Cuando interactúas con él, no estás interactuando con un tacho, sino con un personaje. A través de sonidos y mensajes visuales, te indica el procedimiento de utilizarlo.

El procedimiento normal es que la persona se acerca, IRBin lo detecta automáticamente, le da un mensaje de bienvenida, le habilita para que pueda colocar su DNI. A partir de ahí empieza a recibir botellas de plástico o vidrio. Después de terminar de colocar sus botellas, se pulsa el botón de finalizar y ya termina el proceso con IRBin despidiéndose.

Es un proceso bastante rápido, pero implica mucho que las personas se den cuenta qué cosas tienen que colocar y qué cosas no. Por ejemplo, si colocas un plátano, IRBin te va a dar un mensaje que no le gusta y te lo va a devolver. Pero cuando colocas una botella de plástico, sí lo acepta y lo segrega de forma automática.

Lo bueno de IRBin es que los sacos ya están segregados. Los recicladores no tienen que separar las botellas de plástico y vidrio, el robot ya lo hizo. De esta manera, se ahorra un montón de tiempo y también se evita que las personas tengan tanto contacto con estos residuos.

¿Hacia dónde va el material reciclado por los IRBins?

—Eso lo ven nuestros aliados. Nuestro negocio es el robot y educar a las personas a través del IRBin. El siguiente paso de reciclaje lo trabajan los aliados. Ya hemos trabajado con ONG como Recicla, pe!, Ciudad Saludable y asociaciones de recicladores formales de cada distrito.

La startup espera llegar primero a provincias y luego a otros países. Foto: Cirsys

 ¿Piensas expandir el negocio?

  —Sí, claro. La problemática es muy similar a nivel regional. Sin embargo, como tecnología puede ser muy aplicada también en otros países, donde el tema de segregación, reciclaje y cuidado del medio ambiente ya están bastante aterrizados en las comunidades.

Primero estamos viendo que debemos expandirnos aquí en Perú, porque ahorita solo tenemos ocho IRBins en Lima. Nos gustaría colocarlos en otras ciudades y pronto llevarlos a otros países.

Estamos viendo lugares de bastante flujo, como son Arequipa o Piura. Esa es la idea. Ese es el prospecto de estos años que vienen: llevar a IRBin a más ciudades. También que las personas puedan aprender, sobre todo los niños y adolescentes, la importancia del reciclaje.

De los ocho IRBins que hay actualmente, ¿alguno ha sido víctima de vandalismo?

—No, por suerte no. Eso ha sido muy curioso, ha sido algo bastante interesante. IRBin, como no es como un tacho convencional, la gente lo ve como un personaje. Hay momentos en que las personas van y lo saludan nada más. Ni siquiera lo usan, solo lo saludan. Ahí se genera un vínculo emocional, por eso es un robot social.

Por ejemplo, tenemos un IRBin que está en medio de la calle desde el 2021 y, hasta ahora, no ha ocurrido nada malo, ningún vandalismo. Creo que es porque IRBIN ofrece un beneficio, una ayuda. Entonces, la gente que pasa por ahí sabe que tiene que cuidarlo, mantenerlo. Porque más allá de un beneficio, también sabe que las botellas van a donarse a ciertos recicladores y que ellos después las van a vender, se apoya al mercado. Es como un apoyo entre varios actores: recicladores, las personas que están ahí, la empresa que justamente lo alquila, etc.