Por primera vez el suboficial Luis Astuquillca tiene la certeza de que sus compañeros de la Dinoes lo están buscando: escuchó un enfrentamiento muy cerca de donde se encontraba.Viernes 27 de abril,Astuquillca: "¡Aquí estoy, muchachos!, les grité pero no me oían por los disparos", Cuando se dio cuenta de que las fuerzas del orden y los terroristas protagonizaban un choque, Astuquillca tuvo que decidir entre ir en busca de los efectivos o dejar el lugar. Como estaba herido y sin armas, optó por salir de la “zona de la muerte” para convertirse en una presa fácil de los senderistas. El episodio convenció a Astuquillca de que no obstante el tiempo que había transcurrido, continuaban las operaciones de búsqueda. Siempre tuve la idea de que si avanzaba monte arriba, era posible encontrar un pueblo. Estaba seguro de que eso iba a suceder. Algo me decía que estaba muy cerca, que esta pesadilla iba a acabar pronto para mí. También sabía que no se trataba solo de mí sino también de mi familia, de mis amigos, de mi institución, y, de alguna forma, de mi país. Si conseguía sobrevivir, representaría una derrota para el terrorismo. Toda la noche pensé cómo iba a actuar si me cruzo con un nativo machiguenga. ¿Qué le iba a decir? Tenía que emplear alguna táctica para ganarme la confianza de algún poblador y no me traicionara y me entregara a los terroristas. Sabía que Sendero Luminoso ya no era el mismo de los años 80 y 90. Había cambiado de lenguaje, ya no mataban a la población civil ni a las autoridades políticas. Solo asesinaban a los uniformados como yo. Esto lo tenía clarísimo. El día amaneció nublado, frío y silencioso. Era como las seis de la mañana. Antes de salir de la casa de dos pisos para ver el panorama, me preparé una rica avena con leche. Al mismo tiempo cociné arroz para llevar para el camino. Tenía que contar con provisiones. Uno no sabe lo que puede ocurrir. Hay que estar preparado para todo. GRITOS Y DISPAROS A pocos metros de la casa de dos pisos divisé más excremento de burro por un largo camino que conducía hacia el monte. Resolví seguir dicha ruta. Era lo más seguro para encontrarme con otro ser humano. Pensé: Ahora sabré si me están buscando o no. Había caminado unos pasos cuando repentinamente escuché uno, tres, siete, varios disparos. Luego sonaron explosiones. Los pájaros se espantaban y salían masivamente de la zona. Era sin ninguna duda un enfrentamiento. Pensé: ¡Carajo, esos son mis compañeros que me están buscando! No estaba solo. ¡Vienen por mí! Y empecé a gritar: ¡Aquí estoy, muchachos! ¡Aquí estoy, muchachos! ¡Aquí, estoy muchachos!, les grité, pero no me oían por los ensordecedores disparos. Me arrodillé para agradecer a Dios, a la Virgen de las Nieves, a todos los que hacían el esfuerzo por encontrarme en la selva. Estaba tan emocionado que comencé a encaminarme hacia la zona donde escuchaba los disparos. Pero luego reflexioné. Me dije: ¿Qué vas a hacer tú si estás herido y desarmado?”. No lo hice. Supuse por un momento que los terroristas podían desplazarse hasta el lugar donde me encontraba y ante el peligro actué rápido. No deseaba ponerme en la mira de los senderistas. Así que retorné a la casa de dos pisos, metí en un costal toronjas, arroz y leche en tarro y me fui río abajo para refugiarme. Entonces estalló una lluvia de los mil demonios. Regresé por el mismo camino que me llevó a la casa de dos pisos. El lodo hizo otra vez lo suyo. El trayecto fue muy penoso. Agotado por el trajín divisé en medio de la selva una cabañita. Estaba abandonada y vacía. Allí sentado en un rincón tomé toda la avena y comí el arroz sancochado. Entrada la noche, estuve dándole vueltas a mi última decisión. ¿Hice bien en alejarme del punto de enfrentamiento? ¿Qué habrá pasado con mis compañeros? ¿Cuántos habrán resultado heridos? ¿Cuántos muertos? Solo sabía de la muerte de Lander Tamani, cuando llegamos a este infierno, y no conocía cuál había sido el destino de mi compañero César Vilca. Pensé: Sólo Dios sabe lo que ha pasado. Lo único que yo sabía es que después de dieciséis días, en medio de disparos, sentí más cerca que nunca a mis compañeros que me buscaban. QUÉ PASABA EN EL PAÍS Terroristas emboscan patrulla que buscaba a Astuquillca. Una patrulla de la Dinoes y del Ejército resultó emboscada por los terroristas en Alto Lagunas, distrito de Echarate, provincia La Convención, Cusco. Las víctimas son los suboficiales PNP Gerónimo Chino Ancco y John Lucana Huamaní. También el sargento primero EP Manuel Pisco Arimuya, un experto en desminado. La patrulla había partido de Kiteni a instancias de los padres de César Vilca y Luis Astuquillca, quienes pidieron a las autoridades redoblar el empeño para encontrar a sus hijos. Además resultaron heridos los suboficiales PNP Walter Herrera Espinoza y Jorge Espinoza Portuguez.