
En Perú, miles de adultos mayores atraviesan la vejez en silencio, en medio de un abandono que no solo es físico, sino profundamente emocional. Según la ONU, el envejecimiento de la población avanza con fuerza: para 2050, se estima que más del 18% de los habitantes de Latinoamérica tendrá 65 años o más. Sin embargo, junto a esta transformación demográfica, crece también la soledad. Diversos estudios estiman que entre el 20% y el 32% de los adultos mayores en esta región viven en situación de soledad, lo que agrava problemas como la depresión, el deterioro cognitivo y la salud física.
Por otro lado, el abandono infantil es una problemática alarmante en Perú. Solo entre enero y septiembre de 2024, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables atendió a 22.350 niños y adolescentes que se encontraban sin cuidados parentales o en riesgo de perderlos. Esta situación es especialmente preocupante, ya que la ausencia de un entorno familiar estable afecta profundamente su desarrollo emocional, aumentando la probabilidad de sufrir ansiedad, depresión, problemas de apego y dificultades para establecer relaciones sociales saludables. Además, estos niños enfrentan un mayor riesgo de explotación, abuso y exclusión social, factores que pueden afectar negativamente su bienestar a lo largo de toda su vida.
Ahora bien, este panorama no es simplemente una estadística: son vidas reclamando nuestra responsabilidad compartida. Hoy, cada adulto mayor en soledad y cada niñez sin cuidado merecen que tejamos una nueva realidad social.
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“La verdadera generosidad hacia el futuro consiste en entregarlo todo al presente.” -Albert Camus
Con esta visión, la ONG internacional Huellas llega a Lima para sembrar esperanza donde más se necesita. En un país donde la pobreza afectó al 27,6 % de la población en 2024 —lo que equivale a cerca de 9,4 millones de personas, incluyendo a miles de niños y adultos mayores en situación de abandono y necesidad—, la presencia de esta organización representa una oportunidad concreta de transformación social.
Para Huellas, expandirse a otro país significa adaptarse a nuevas realidades sin perder el propósito de acompañar con respeto, aprender del territorio y construir en conjunto. Aún así, el entusiasmo y las ganas no siempre bastan para completar un proyecto, ya que hay distancias que no se pueden cruzar solas. Ezequiel Rodríguez, fundador de Huellas, explicó cómo se abrió este nuevo camino: “Sabíamos que queríamos llegar a Lima, pero entre nosotros y ese destino nos separaba una distancia de más de 3,800 kilómetros. Fue entonces cuando LATAM Airlines se sumó al proyecto como un puente firme que nos permitió dar ese gran salto.”
Al fin y al cabo, los puentes se cruzan mejor de a dos: quien ya conoce el camino y quien está por recorrerlo por primera vez. Con ese impulso, se vuelve posible acercar la vocación de servicio con el territorio peruano, llevando a voluntarios y materiales allí donde más se necesitan. En ese recorrido, Huellas vuela alto para conectar generaciones con dedicación y cuidado.
Desde su creación en 2007, Huellas ha empoderado a miles de personas mediante experiencias de voluntariado transformadoras. En espacios como hogares de niños, comedores comunitarios y asilos para adultos mayores, los voluntarios dedican tan solo 2 horas los sábados para generar vínculos de empatía, impulsar proyectos sociales y mejorar la calidad de vida de quienes más lo necesitan.
Con más de 18 años de trayectoria y presencia en Argentina, Uruguay, El Salvador y México, la organización se propone ahora adaptar y aplicar su modelo de voluntariado en territorio peruano. La llegada de Huellas a Perú representa mucho más que una expansión geográfica: es una invitación directa a reimaginar el presente con empatía y acción.
Una de las claves del modelo de Huellas es su accesibilidad: la inscripción es sencilla y completamente en línea, lo que permite que jóvenes peruanos interesados se unan fácilmente a esta red de solidaridad. La organización —originaria de La Plata, Argentina— no sólo invita a jóvenes a ser voluntarios, sino que también hace que los abuelos y niños participen activamente en cada proyecto, fomentando el trabajo en equipo y la inclusión.
En Perú, Huellas trae consigo una propuesta que va más allá de ayudar: es una oportunidad para construir conexiones reales y significativas, basadas en el respeto y la solidaridad. Participar en este proyecto significa abrir el corazón y la mente para entender y acompañar a quienes más lo necesitan.
Desde Huellas destacan que iniciar actividades en una ciudad nueva genera un entusiasmo contagioso por la solidaridad y el compromiso comunitario. Este proceso también fomenta la colaboración con diversas organizaciones locales, que se suman al proyecto para ampliar su alcance y aumentar el impacto positivo en la comunidad.
Sumarse a Huellas es formar parte de un movimiento que va más allá del voluntariado: es construir un puente entre generaciones, fortalecer el tejido social y sembrar esperanza donde más se necesita. Con tan solo un par de horas a la semana, cualquier joven puede convertirse en agente de cambio, haciendo la diferencia en la vida de niños y adultos mayores que enfrentan abandono y soledad. Porque la verdadera transformación comienza cuando decidimos hacer #AlgoPorElOtro.
Si quieres formar parte de esta iniciativa y regalar tiempo a un niño o abuelo que lo necesita, puedes visitar huellas.social/Voluntariado o seguir las redes de la ONG en @huellas.social y conocer más sobre cómo involucrarte como voluntario.

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