Ana está contenta. La noticia de que el Poder Judicial le ha dado la razón a su amiga María Benito, quien también pide una muerte digna, la reconforta. Días antes, conversando en su casa, nos compartió su preocupación por ella. Pero también su esperanza en las personas buenas, los planes para su partida, repasó su larga lucha, y cómo imagina que será su último día.
—EsSalud aceptó las observaciones que hiciste al protocolo aislado de eutanasia. ¿Cómo te hace sentir eso?
—Ha sido bastante bueno, me ha hecho sentir aliviada, tranquila, porque este último tramo del protocolo ha sido muy duro. Ha sido muy difícil. Para mí, ha sido la parte más difícil del proceso, (más) que las instancias anteriores. Hacerle entender a la Gerencia de EsSalud el tema ha sido complicado. Ahora ya está y eso me quita un peso de encima.
—¿Crees que la intención de EsSalud era alargar el tiempo y no aplicar el protocolo?
—Pienso que, al ser un caso inédito, hay temores. Hay todavía mucho desconocimiento y resistencia a hacer las cosas correctamente. Entonces, creo que es una cuestión más de temor de parte de ellos.
—¿Es el paso decisivo hacia el reconocimiento de tu derecho a una muerte digna?
—Claro, es lo que faltaba. Con esto conseguimos completar el camino. Yo sé que cada instancia fue un paso que celebramos como un triunfo, pero siempre me decía “todavía no, falta”. Obviamente, me alegraba porque cada paso, cada triunfo ha sido una ilusión muy grande; pero sabía que en la parte del protocolo íbamos a encontrar trabas.
—Tu lucha ha inspirado a otras personas, como a María Benito. ¿Qué piensas de eso?
—El caso de María Benito es muy especial para mí. Nos consideramos amigas, formamos parte del mismo programa de salud y así nos conocimos. Ella tiene una enfermedad mucho más grave que la mía y su caso, considero, sería más fácil que el mío, porque ella no está pidiendo eutanasia, sino que se reconozca su derecho a rechazar el tratamiento terapéutico.
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—¿Crees que alguna entidad del Estado debería escuchar y apoyar a las personas que pasan por situaciones como la tuya y la de María?
—En mi caso, fui apoyada por la Defensoría del Pueblo, en la gestión anterior. Pero lo que pasa con la nueva gestión es muy triste. Es un desastre lo que está haciendo este señor (Josué Gutiérrez) con la Defensoría, una institución que yo conocí de cerca. Conocí a todo el equipo que me ayudó y llegamos hasta el final, y ahora todos han sido removidos. Ya no queda nadie.
—¿Y qué piensas de las personas que critican decisiones como la tuya? El alcalde de Lima es uno de ellos.
—Hay mucha gente que se manifiesta en términos violentos. Creo que nos estamos acostumbrando a la violencia; desde que despertamos y vemos las noticias, todo es violencia. Y es curioso porque estamos acostumbrados a ver la muerte desde el lado violento. Cuando este señor (Rafael López Aliaga) dice que me tire de un edificio o que me corte las venas, todo es violento ahí. Él está repitiendo obviamente lo que mucha gente dice, no solo de mí, sino de otras personas que en otras partes del mundo también están luchando por una muerte digna. Y es muy raro todo esto, porque te recomiendan hacer cosas como contratar un sicario o que tomes racumín, etc. Todas son muertes violentas, no pueden concebir la muerte como un tránsito en paz, con tranquilidad.
—Tras el fallo que te da la razón, ¿sientes que la Justicia ahora ve el tema de la eutanasia con menos prejuicio?
—No sé si la Justicia ha cambiado, pero sí siento algo que nunca pensé sentir: esperanza. Tengo esperanza en los jóvenes, en los alumnos, como los estudiantes de Derecho de la Católica, que he conocido y que ahora me escriben para contarme que están haciendo sus tesis sobre mi caso, que están muy emocionados, que se está tocando el tema Ana Estrada, que se debate en clase. Eso a mí me da esperanza.
—Hablemos un poco del país. Se ha cumplido un año del brutal asesinato de docenas de peruanos en Apurímac, Ayacucho, Puno, y aún no hay culpables. ¿Qué opinas de eso?
—Sí, es desgarrador. Todos hemos visto hace poco a la esposa y la madre de dos personas asesinadas en Ayacucho que todavía no encuentran justicia. Hay muchos casos así, no solo de muertos, sino de heridos, afectados que no encuentran justicia y que, por el contrario, son atacados, vulnerados, son terruqueados. Es algo que usan como bandera las personas que no tienen otro argumento y que, si no piensas como ellos, van con todo.
—Hubo ministros que renunciaron, indignados por estas masacres. Hoy, los que están no parecen dispuestos a irse.
—Sí, pues, yo creo que el Perú ha terminado botando, expulsando a todos los que realmente quieren al país. Hubo algunos congresistas y ministros muy buenos, pero la corrupción pudo más y hoy ya no están.
—Pero volvamos a tu lucha, Ana. ¿Qué te falta hacer, cumplir?
—Bueno, quiero acompañar a María en su caso. Ya fue la audiencia (el viernes pasado), y quiero decir que el alegato del abogado de EsSalud al decir, de una forma tan violenta, cuánto se gasta por paciente para que, en el caso de María y mi caso, podamos estar en nuestras casas, entre comillas, cómodas, es muy alto. Me sentí ofendida, porque no es un favor el que nos hacen, el servicio es parte del seguro. María tiene un alma muy buena y dulce. Es una persona buena y paciente y merece respeto, pero no la dejaron ni siquiera hablar.
—¿Has hecho una lista de cosas pendientes?
—Claro que sí, tengo mi lista.
—¿Y es muy larga?
—No sé si larga. Ya la tenía desde antes, hay cosas que he ido resolviendo y ya les puse un check.
—¿Qué sería lo más difícil de realizar?
—Ya no hay nada difícil. Estoy tranquila. (Además) Luis, todos vamos a morir en algún momento. Cuando conocí la UCI, me dije: “Esto a mí no me vuelve a pasar. Yo no vuelvo a pisar una UCI”. Y lo logré. He ido cumpliendo mis propias promesas, poco a poco.
—¿Has imaginado cómo será ese día?
—Sí, ya lo tengo más o menos pensado. Va a ser muy privado, ya lo tengo planificado. Y tengo lo que es más importante: el médico de mi confianza. Eso era lo que EsSalud no me quería dar y al final ya lo conseguimos. Con eso me quedo tranquila.
—¿Quiénes estarían contigo ese día?
—Solo las personas más cercanas a mí, muy pocos.
—¿Cómo quieres que te recuerden, Ana?
—Yo creo que la presencia física es relativa. Y esto se hizo más concreto con la pandemia, cuando todo se hizo virtual. Ahora tengo amigas en otros países y no las conozco físicamente y, sin embargo, están más presentes que algunas personas que están a mi alrededor. Por eso digo que la presencia física ahora es relativa. Creo que ya estoy en la mente y en el corazón de muchas personas, y, como te decía, lo más valioso para mí es que mi caso se haya convertido en un tema de estudio en universidades. Ya está ahí, yo estoy ahí. Siento que no voy a morir… Para mí, la muerte fue en la UCI de EsSalud. Fue una muerte violenta. Me cortaron toda. Acabaron con la vida que tenía. Y yo tuve que volver a nacer, sacar fuerzas y ponerme bien porque tenía un objetivo, tenía que luchar y llegar hasta donde estoy ahora.
—¿Qué quisieras que los demás hagan por ti cuando ya no estés?
—Hay mucha gente que hizo mucho, todo y más de lo que yo esperaba. He conocido a personas que nunca pensé conocer. Mi red de apoyo se hizo gigante cuando yo empecé esto, y llegó a ser tan grande que mi caso se replicó en el exterior. Han tomado mi caso en específico, por ejemplo, en el Ecuador. Entonces, con todo eso, como te digo, ya no voy a morir. Voy a estar siempre. Ahora pienso mucho en el caso Ramón Sampedro, que fue mi inspiración. Y también pienso en que a mí las redes me ayudaron a llegar a mucha gente. Yo no he tenido que poner un pie en ninguna parte. Desde mi cama he llegado a personas y lugares a los que nunca pensé llegar. Para mí esto ha sido un aprendizaje. He aprendido mucho en este tiempo, de la humanidad, de la vida, me ha enriquecido todo.