Ricardo Llallahue, Hormisdal Espinoza, y Lizzie Camones pertenecían al grupo de personas que no querían inmunizarse contra el nuevo coronavirus; sin embargo, el ingresar a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y sentir que su vida pendía de un hilo los hizo reflexionar. Por ello, tras superar un cuadro grave de infección por COVID-19, acudieron a los centros de vacunación a inmunizarse.
Hormisdal Espinoza, de 62 años, quien perdió un brazo cuando era joven a causa de otra enfermedad, actualmente se dedica a la venta de material de construcción, es diabético y solía sumergirse en las noticias falsas que encontraba en su celular y que lograron convertirlo en un antivacuna.
“Veo a un científico chino que decía que las vacunas servían para acabar con la humanidad. Que eso era una forma de acabar con cierta cantidad de gente; si yo me ponía la vacuna, en tres años podía morir (…), por eso no me quise vacunar”, dijo a Cuarto Poder.
Sin embargo, Espinoza contrajo la enfermedad, y pese a que tomaba remedios naturales para tratar de combatirla, tuvo que ser hospitalizado en el Mongrut del Callao, pues sus pulmones se encontraban colapsados. Según los médicos, Horsmidal estuvo internado por 22 días aferrándose a la vida. Cuando fue dado de alta, lo primero que indicó es que quería recibir su vacuna.
Por otro lado, Ricardo Llallahue, de 43 años, debió vacunarse en julio del año pasado y, sin embargo, no lo hizo. Para él, invertir horas de su vida en la cola de un vacunatorio era simplemente un desperdicio de tiempo, pero la COVID-19 lo sorprendería.
“Estuve hospitalizado 16 días, entubado. Solo pensaba en mi familia... Como dicen algunos: ‘Yo ya viví, yo ya me puedo morir’. Pero ese pensamiento es egoísta porque sin querer lastimas a tu familia, a las personas que te quieren”, indicó.
Tras recibir el alta médica, un día antes de recibir el año nuevo, Ricardo volvió a casa. Fue, sin duda, el mejor regalo que le pudo dar a las tres mujeres de su vida. Hoy está dispuesto a darse el tiempo necesario para recibir una segunda oportunidad a través de la vacuna.
Por otro lado, Lizzie Camones estuvo intubada tres semanas, tuvo que ser trasladada desde el hospital de Huacho hasta el Sabogal del Callao en busca de un ventilador mecánico; pese a que su madre falleció por COVID-19, ella se negaba a inocularse contra el virus. Tras despertar en la Unidad de Cuidados Intensivos un 31 de diciembre a las 10.00 p. m., aseguró a los médicos que ni bien saliera del nosocomio se inocularía contra el virus, pues señala que mientras estuvo dormida pudo conversar con su progenitora.