En casa lavar, planchar y cocinar no era tarea de mujeres, era la labor de todos. En su familia, la igualdad de oportunidades para las mujeres y los varones, al menos desde la generación de sus abuelos, fue algo común. Fue en ese espacio donde María del Carmen Ponce Mejía empezó a forjarse como una persona decidida, fuerte y firme respecto a sus ideales. Ella no cree en las casualidades, pero sí en el trabajo.
La constancia y una serie de esfuerzos, convirtieron a María del Carmen Ponce en la primera mujer en ocupar el cargo de decana del Colegio de Ingenieros del Perú (CIP). Tuvieron que transcurrir 59 años para que una ingeniera asumiera las riendas de uno de los gremios profesionales más importantes y numeroso del país.
“Todo es una carrera, tiene que ver con los méritos que uno hace, uno se va preparando. Las situaciones no vienen por suerte sino por trabajo”, afirma muy segura, pero con entusiasmo mientras recuerda los diversos cargos que ocupó en el Colegio de Ingenieros. Su ascenso no fue inusitado sino peldaño a peldaño. Empezó siendo la secretaria del capítulo de ingenieros civiles y hoy es la decana nacional.
Actualmente, el gremio alberga a más de 180 mil profesionales habilitados a nivel nacional, 53 mil 509 son mujeres y el 70% de ellas son de provincias, de esas filas proviene Ponce Mejía.
Nació y estudió en Arequipa, considerada como una sociedad algo machista y conservadora, dice. Pero ella no conocía las desigualdades de género. Habrá influido que en la familia de su madre eran seis hijas y un hijo mientras que en la de su padre fueron dos varones y cinco mujeres. “Todos, sin distinción, son profesionales. Mis abuelos cambiaron la historia. Apoyaban a que las mujeres se desarrollen”, señala.
En medio de una crianza donde tanto ella como su hermano tenían las mismas obligaciones, María del Carmen Ponce creció segura de que podía lograr lo que se proponía. Su etapa escolar se desarrolló en colegios de mujeres, pero al llegar a la universidad las cosas cambiaron drásticamente. Eran 64 alumnos y entre ellos había 5 mujeres y al concluir la carrera egresaron solo 2 de las jóvenes. “Los varones son un poco rudos, pero se miden cuando hay una mujer, luego, cuando te toman confianza, te tratan como a un chico más”, dice sonriente.
Es consciente que aún hay muchos jóvenes, tanto varones como mujeres, que temen elegir alguna profesión u oficio por temor a los prejuicios de la sociedad. “Todo está en función de lo que cada persona desea. Antes la enfermería era considerada una carrera solo para mujeres, pero ahora hay más varones que estudian y se dedican a ello. No es una cuestión de género sino de actitud”, afirma.
Su primer trabajo fue en Arequipa, haciendo colegios para un programa del Estado. No pasaría mucho tiempo y a partir del año 1995 inició sus labores como docente en la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA). Por entonces, la maternidad no asomaba, pero ya era una posibilidad debido a su casamiento.
Al convertirse en madre tuvo que tomar decisiones. Las mujeres pueden desarrollarse en todas las carreras de ingenierías –sostiene-; sin embargo, cuando la maternidad llega, muchas postergan su desarrollo profesional. “Cuando eres soltera te dedicas con alma, corazón y vida (al trabajo), pero cuando tienes hijos esas cosas cambian, si eso no sucediera las mujeres estaríamos en igualdad de competencia que los varones, yendo al trabajo de sol a sol, no es una queja, es la realidad. Nunca me he sentido excluida por nadie. Por eso me decidí por la labor docente porque era compatible con mis horarios para atender a mis hijos”, subraya.
Ahora la crianza de los hijos se desarrolla en medio de la distribución de roles en el hogar para que en la pareja ambos tengan oportunidades. “Aun así, hay mujeres que dejan sus prósperas carreras para pasar más tiempo con sus hijos. También algunos varones lo hacen”, dijo.
Como varias mujeres en el Perú que destacan en diversos cargos que en otros tiempos solo eran ocupados por varones, María del Carmen Ponce se esfuerza día a día por cumplir todos sus roles: como madre, docente, ingeniera civil y ahora decana nacional.
Sabe que décadas atrás tentar un cargo como el que hoy ejerce hubiera sido complicado, eran años en los que las mujeres estaban más instaladas en el cuidado de su hogar, pero ella no duda en señalar: “Hubiera sido difícil, pero no imposible. Nada es imposible cuando uno se traza una meta”.