Cerca de 200.000 pacientes con COVID-19 fallecieron en territorio peruano hasta la fecha. Miles de familias sufren la ausencia de quienes no tuvieron la oportunidad de acceder a la vacuna contra la COVID-19 o no quisieron recibirla por temor o desinformación. Ahora, el investigador Percy Mayta-Tristán realizó un nuevo análisis de datos en los que se confirma que las vacunas ayudan a reducir el riesgo de muertes por COVID-19 entre las personas vacunadas, puesto que los decesos en Perú, durante la segunda ola, se produjeron principalmente entre los no inmunizados. ¿Qué podemos aprender para la nueva ola que se avecina?
Uno de los principales hallazgos es que solo uno de cada 100 pacientes hospitalizados mayores de 80 años —el grupo más vulnerable del país— y que recibieron ambas dosis de la vacuna contra el SARS-CoV-2 antes de su internamiento falleció entre febrero y julio de este 2021.
A este resultado arribó Mayta-Tristán tras la lectura de los datos de un total de 48.160 personas adultas hospitalizadas en nosocomios del Minsa entre el 9 de febrero, fecha de inicio de la vacunación en Perú, y el 31 de julio. Se evaluó cuántos de ellos fallecieron en el hospital y se consideró si recibieron una o dos dosis de las vacunas de Pfizer, AstraZeneca o Sinopharm. También si no fueron vacunados. Todo ello se obtuvo de los datos abiertos del Ministerio de Salud (Minsa).
Entre los no vacunados, la COVID-19 cosechó sus vidas con gran voracidad, puesto que 70 de cada 100 adultos mayores de este grupo de edad, sin ninguna dosis, fallecieron, según la misma lectura. En cambio, el 99% de vacunados logró la ansiada alta hospitalaria.
Este dato es muy importante, puesto que, según el Módulo de Inmunizaciones del Minsa, más de 889.449 adultos mayores de 60 años a más aún no recibieron ninguna dosis de la vacuna contra la COVID-19, de acuerdo a datos hasta inicios de septiembre.
Esperanza. Riesgo de morir por COVID-19, incluso tras hospitalización, se reduce con vacunación. Foto: Percy Mayta-Tristán
Tal como se observa en el gráfico, mientras más baja el rango de edad, menos riesgo de muerte, incluso entre quienes solo recibieron una dosis. Del grupo etario de 30 años hacia abajo, el riesgo de muerte es nulo en el caso de los vacunados.
“Entre los menores de 30 años, recordemos que los vacunados (en ese lapso) son aquellos que tenían alguna comorbilidad, y aún así, incluso con enfermedades crónicas, de los que tenían vacunas ninguno murió, de quienes se hospitalizaron”, explicó a La República Mayta-Tristán, director de Investigación de la Universidad Científica del Sur.
Diferencia de fallecimiento entre vacunados y no vacunados hospitalizados. Foto: Percy Mayta-Tristan
Así, la diferencia de la cifra de fallecimientos entre vacunados y no vacunados es significativa, en cualquier fecha de ingreso hospitalario. “Se da con cualquiera de las vacunas disponibles en todos los grupos de edad, queda claro que funcionan. ¿Una persona vacunada se puede infectar? Sí, pero es mucho menos probable que un vacunado se infecte que un no vacunado”, indicó el investigador.
“Una persona vacunada de las pocas que llegan a hospitalizarse es claramente diferente el riesgo de morir, a pesar de que tenga una enfermedad grave (...) Esto (el análisis) es importante, sobre todo, porque es en el contexto peruano. No son artículos de afuera, de otras realidades, sino que es lo que pasó en la segunda ola”, añadió el especialista.
Agregó que, incluso, en el mejor panorama, cuando hubo menor cantidad de ingresos que es a partir de la semana 18 o 19, en junio, la mortalidad siempre fue alta entre los no vacunados. Por el contrario, entre los vacunados, la cifra de muertes estuvo en cero casi todo el tiempo.
En la siguiente gráfica se muestra que después de la primera ola la mortalidad, incluso cuando se contabilizaba mayor cantidad de casos, caía. “Eso significa que se aprendió a manejar los casos en la primera ola”, dice Mayta-Tristán.
Sin embargo, en la segunda, conforme crecía la cantidad de casos había mayor mortalidad. El análisis arroja que quienes se hospitalizaron en la semana donde había mayor cantidad de casos tenían tres veces mayor probabilidad de morir que en aquellas semanas donde había menos casos.
Curvas de muertes entre hospitalizados durante la segunda ola. Foto: Percy Mayta-Tristán
“Lo que pasó en segunda ola fue una alta saturación del sistema de salud que no permitió atender de manera adecuada a los pacientes, mientras más casos había mayor manejo domiciliario porque no había camas y llegaban a los hospitales mucho más graves y había menos disponibilidad de oxígeno y de camas UCI. Por tanto, eran muy pocos los que lograban tener una atención adecuada. La segunda ola fue peor que la primera”, asegura.
“Nuestro sistema de salud no tiene una capacidad tan amplia, un volumen muy alto de casos va a significar que el sistema esté saturado, eso se ha planteado al comienzo y durante toda la pandemia”, concluye.
Hay muertes que se pueden prevenir y actualmente Perú está en capacidad de brindar vacunas a la población mayor de 27 años. Por quienes ya no están, por los miles de huérfanos que el coronavirus dejó, por madres y padres que aún lloran a sus hijos, la respuesta es la vacunación. Estos números muestran que ese es el camino para suavizar los efectos de una tercera ola de la COVID-19.