Elizabeth Huanca
El 12 de marzo de 1815, el poeta arequipeño y prócer de la Independencia del Perú, Mariano Melgar Valdiviezo fue fusilado en Umachiri (Puno). Dos siglos después de su muerte, a manos del ejército realista, el paradero de sus restos sigue siendo un misterio.
En setiembre de 1833, el Cementerio de la Apacheta, el más antiguo de Arequipa, abrió sus puertas. Según las publicaciones de la época, los primeros restos en sepultarse correspondían a Mariano Melgar traídos de Umachiri (Puno).
El diario El Republicano del 19 de setiembre de 1833, detalla parte de los entretelones del traslado. Era un cráneo y huesos. La misión estuvo a cargo del Coronel Gonzáles Taramona, ayudante del reconocido Mariscal Domingo Nieto, quien le encomendó la noble causa.
El abogado e historiador Mario Rommel Arce, respaldado en bibliografía de la época, señala que el traslado no fue sencillo. Refiere que hubo oposición de los puneños. Finalmente hubo consenso y los restos fueron retirados de la Capilla de Santiago de Ayaviri donde supuestamente estaban enterrados.
El arribo de los restos de Melgar a Arequipa devino en un jolgorio general, acompasado con un interminable repique de campanas. Antes de su inhumación en La Apacheta, los restos fueron velados en la Catedral. Luego, una gran procesión le abrió paso al cementerio.
Su entierro, también estuvo envuelto en polémica y un fuego cruzado de palabras entre defensores de la República y quienes aún apostaban por ideales a favor de la corona española. En medio de la ceremonia, el Obispo de la ciudad José Sebastián de Goyeneche se retiró, lo cual fue tomado como un desaire hacia lo que representaba Mariano Melgar. Se dice que el prelado no era afín a la causa patriótica.
El episodio es revelado en un “volante” histórico, un medio popular de ese entonces, donde la población podía comunicar, acusar y hacer descargos de forma inmediata. El escrito es mostrado por primera vez por Rommel Arce. Se trata de una pieza valiosa que tiene como autor al Deán Juan Gualberto Valdivia, cabeza del cabildo eclesiástico, quien acusó al Obispo de haber tenido un gesto descortés “hacia la figura inmortal de Melgar que representaba lo más genuino del patriotismo liberal arequipeño”. La respuesta no se hizo esperar. Los seguidores de De Goyeneche, lanzaron misiles verbales contra Valdivia y justificaron su retiro por un problema de salud a través de un volante que circuló el 15 de setiembre de 1833.
La celebración y polémica por el arribo de los supuestos restos de Mariano Melgar hace 188 años, han quedado solo como una anécdota de la época.
El 23 de julio 1965, la comisión de Cultura de la Municipalidad de Arequipa, reveló que los huesos enterrados en La Apacheta no eran del prócer de la Independencia. Tras un minucioso estudio se concluyó que estos formaban parte de 6 personas diferentes. Arce, en ese contexto, refiere que el autor del engaño habría sido el Coronel Gonzáles Taramona, comisionado para el traslado del cuerpo de Melgar.
La verdad se abrió paso, tras la demolición de la Capilla antigua del cementerio, ubicada en la misma zona donde se encuentra el templo actual. Se dice que los supuestos restos de Melgar en 1833 fueron enterrados en la parte posterior de este oratorio, que quedó seriamente dañado con los terremotos que sacudieron a la ciudad. Fue Eduardo Cornejo Bouroncle, un reconocido personaje de la época quien en 1950 encontró la urna metálica, donde se encontraban los supuestos restos. Ello dio paso a desbaratar el engaño.
Lo cierto es que a la fecha, se desconoce la ubicación de los restos del prócer arequipeño. No ha habido ninguna gestión por parte de las autoridades para intentar develar el misterio. Sin embargo, hay datos que podrían dar luces. Según el historiador Julio Amilcar Bustinza Meléndez, los restos se encontrarían en el Altar mayor de la Iglesia San Francisco de Asis en Yaraví (Puno). Refiere que su hermana Josefa fue quien dispuso el traslado de su cuerpo que inicialmente yacía en la capilla de Santiago (Umachiri). Probablemente ahí se generó la confusión histórica en torno al prócer mistiano, con paradero aún incierto.