Eran casi las 2.30 de la tarde del 11 de abril cuando sonó el teléfono en casa de la familia Rosales. Claudia atendió raudamente pensando que era una persona con información sobre la disponibilidad de una cama en Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) para su padre, quien se debatía entre la vida y la muerte tras contagiarse con coronavirus. Al colgar, Claudia no sabía cómo mirar a sus dos hermanos ni a su madre. Tenía los ojos llenos de lágrimas. La llamada era del Centro Hospitalario Villa Mongrut: su padre, Marcelino Rosales, había fallecido.
Mientras la familia lloraba su partida, todos los reflectores apuntaban a las Elecciones Generales 2021. La “fiesta electoral” silenció la angustia y el dolor de quienes seguían luchando por salvarle la vida a sus pacientes, sea en las puertas de los hospitales, en la búsqueda de una cama UCI o en la cola de una recarga para un balón de oxígeno.
Según la sala situacional del Ministerio de Salud (Minsa), actualizada hasta el mismo 11 de abril, había un total de 2.793 camas UCI en el país. De esas, 2.666 ya estaban ocupadas, es decir, solo quedaban 127 libres (40 en EsSalud, 59 en los Gobiernos Regionales, 14 en el sector privado, 12 en el Minsa y dos en FFAA y PNP). Encontrar una en el Perú se ha convertido en la peor pesadilla desde que llegó la COVID-19.
Como la que vive la familia Cubas, luego de que Alexa, de 24 años, comenzara a presentar los síntomas más graves del nuevo coronavirus a fines de marzo. Hace una semana empezó a empeorar, cuenta su tía, Karla Cubas. “Necesitó oxígeno e inyecciones intravenosas, pero no mejoraba. Le sacamos una tomografía y salió que tenía el 60% de sus pulmones comprometidos”, relata con angustia.
La tarde del 11 de abril, mientras muchos hacían cola para ingresar a sus locales de votación, recibieron una noticia de terror, un nuevo flash de dolor: los médicos del Hospital de Emergencia de Villa El Salvador les informaron que Alexa tenía el 80% de sus pulmones comprometidos y requería con suma urgencia una cama UCI para mantenerse con vida.
UCI
“Recién ayer le consiguieron cama de hospitalización, pero hoy [11 de abril] ya necesita cama UCI. En el hospital nos han dicho que busquemos una para poderla trasladar cuanto antes. Estamos intentando por todos lados, pero no encontramos”, dice Karla mientras la voz se le acelera, como si hablar le quitara tiempo para seguir con su búsqueda.
Una situación que Lucía Lozano adolece a la distancia, pues su padre, ahora hospitalizado en el Hospital Adolfo Guevara de Cusco, necesita con urgencia una cama UCI. Los resultados de las últimas resonancias magnéticas arrojaron que sus pulmones están comprometidos hasta en un 75% debido a las complicaciones ocasionadas por el coronavirus.
El padre de Lucía inició los síntomas hace un mes y, desde entonces, todo fue de mal en peor. Tuvo que asistir a una clínica para que lo controlen, pero cuando vieron que empeoraba, la entidad privada ya no pudo hacerse cargo, pues no contaba con cama UCI. Al final, la familia lo trasladó al Hospital Adolfo Guevara de EsSalud, pero siguen sin encontrar una.
“Detrás de toda esta parafernalia, los candidatos deben reflexionar y pensar que estas elecciones no son para celebrar, ya que hay mucha gente que se está muriendo. Espero que el nuevo presidente pueda realizar una reforma en el sistema de salud. La gente se muere porque no hay oxígeno o cama UCI”, sentencia Lucía.
Según la sala situacional del Minsa, hasta el 11 de abril, han fallecido 54.903 personas a causa del nuevo coronavirus. Mientras que el Sistema Informático Nacional de Defunciones (Sinadef), detalla que, hasta el sábado 10 de abril, se registraron 150.100 muertes.
Como los casos narrados en este informe, cuántos. Las familias, de alguna u otra forma, intentan dar con una cama UCI para sus enfermos, pero la suerte es esquiva muchas veces. A la fecha, las autoridades no tienen un registro exacto de cuántas personas están a la espera de una.
En las afueras del Hospital Materno Infantil Zapallal, Giannina espera que los encargados de la planta de recarga de oxígeno le entreguen un balón vacío. Un día antes, el sábado 10 de abril, el centro de abastecimiento, instalado por el colectivo Respira Puente Piedra, había paralizado sus funciones al malograrse una de las piezas de la maquinaria.
oxígeno
Desde el Rímac, Giannina llegó al lugar atraída por el precio de la recarga de un balón de oxígeno: 200 soles por un tanque de 10 m³ para quienes no eran de Puente Piedra. Este precio era un contraste para los elevados costos que estaba asumiendo por la enfermedad. Sin embargo, aquel 11 de abril, al igual que ella, varias familias llegaban al lugar a recoger aquello que representaba una esperanza de vida para sus familiares contagiados de COVID-19.
A inicios del mes, su hermana Eloína, de 48 años, fue diagnosticada con la enfermedad, pero era solo uno de los 11 casos en su familia. No es de los más graves, pero sí de los que requiere atención, pues su saturación actual llega al 86%. Por eso, cuando Giannina recibió la llamada desde la planta de oxígeno malograda pensó en pagar nuevamente 850 soles para conseguir un balón lleno, que su hermana consume en dos días.
El dinero es lo más complicado, así que también tuvo que aprender a poner una inyección intravenosa para no pagar S/ 100 en cada visita de una enfermera. Sabe que un doctor le puede cobrar hasta S/ 300 por cada atención domiciliaria y que un balón de oxígeno puede costarle hasta S/ 1.500.
En un comunicado, el Minsa informó que ha entregado 1.958,4 toneladas de oxígeno medicinal a los establecimientos y centros de salud en todo el país para fortalecer la respuesta ante la pandemia, pero la familia de Eloína no accede a esta atención, ellos tienen que recorrer la ciudad para conseguir el recurso que necesitan.
Es día de elecciones y, a unos kilómetros de Giannina, Katherine Zelaya hace cola desde el sábado 10 de abril para recargar un balón de oxígeno en los alrededores del Mercado Huamantanga. Su padre Carlos Alberto, de 52 años, ya ha superado la COVID-19, pero las secuelas en sus pulmones —afectados en un 70%— hacen que necesite hasta cuatro tanques al día.
“La doctora dice que puede salir de este cuadro y ya se estabiliza”, comenta desde una silla de plástico que ha llevado para no sentarse en el suelo polvoriento. Ella es la única que está esperando durante la mañana pese a que hay 15 inscritos en la relación. Muchos fueron a cambiarse de ropa, comer o descansar. “Así estamos pues, luchándola día a día”, agrega.
Colas para recarga de oxígeno. Foto: Milagros Requena - GLR
En lo que menos piensa es quién será el nuevo presidente o presidenta, pero ya fue a votar. “He ido a cumplir”, menciona bajo la sombra de un improvisado toldo de bolsas de basura que los anotados en la lista, los mismos en la última semana, han armado.
La planta de oxígeno, instalada dentro del Mercado Huamantanga por iniciativa de una ONG externa, puede recargar hasta 50 balones al día. Cada tanque de oxígeno de 10 m³ está S/ 250 y solo se permite que familiares directos con pacientes que realmente lo necesiten pasen sus pedidos.
oxígeno
En el último mes, Katherine ha ido constantemente a recargar un tanque, que alquila por S/ 200 a la semana. Lo más duro, cuenta, es cuando llaman a alguien de la cola y se le avisa que su familiar ha fallecido.
“Es feo”, lamenta. “Aquí todos los días mueren, a veces se quedan con su balón nomás. Es bien triste. Eso es lo peor que uno espera, que te den esa noticia, pero igual las personas hacen su cola hasta el final”, detalla.
La segunda ola de la COVID-19 ha puesto en jaque el sistema sanitario y económico en el país. Para la hija de Carlos, los efectos de este problema se traducen en las posibilidades de salvar o no a un enfermo. “Si no compras oxígeno, simplemente tu familiar muere. Hay que tener plata (...), esa es la realidad. Si no tienes plata y no hay donde recargues, se te va tu paciente”, sentencia.