Deysi Pari, Liz Ferrer y Abad Ventura
La pandemia del coronavirus no ha podido frenar las fiestas y otro tipo de reuniones. La muestra más saltante es lo ocurrido hace dos semanas en el distrito limeño de Los Olivos, donde más de 100 jóvenes asistieron a una discoteca en pleno toque de queda. El hecho tuvo un desenlace fatal, pues 13 de ellos murieron asfixiados al intentar huir de la Policía, aunque el caso ha dado un vuelco.
Casos como estos, no solo se presentan en Lima sino en todo en país. En Arequipa, por ejemplo, más de la mitad de la población de la región Arequipa –que según el INEI es 1 millón 316 mil habitantes- infringió las medidas sanitarias y acabó en las diferentes comisarías. La mayoría salió a la calle en el toque de queda y otros fueron intervenidos en locales nocturnos, bares, fiestas, pelea de gallos y hasta corrida de toros.
El jefe de la IX Macro Región Policial de Arequipa, general PNP Víctor Zanabria, detalló que solo en agosto, se intervino a 103 mil 940 personas en toda la región. Desde el inicio de la pandemia, la región registra 584 mil 115 intervenidos por no acatar la cuarentena.
De este total, la Policía Nacional impuso 24 mil papeletas. El 70% de sancionados fueron ciudadanos de 24 a 40 años. “Son las personas que más incurren en faltas y hacen caso omiso a las recomendaciones de quedarse en casa y de mantener el distanciamiento social. Ellos no se enferman, lo hacen sus familiares que sin salir de casa se han contagiado y muchos de ellos murieron”, reflexionó Zanabria.
El sociólogo José Luis Vargas explicó tres factores por los cuáles la gente se comporta así. En primer lugar, señala que ninguna persona puede soportar cinco meses de encierro. “Si hay una característica que nos define como especie, es que somos seres sociables”, dijo.
Como segundo factor ubica el hecho que las condiciones de informalidad de un gran grupo de la población, hace más difícil que acaten las disposiciones del gobierno. En este punto también se refirió a las personas que viven al margen de la ley.
En tercer lugar, explicó que la sociedad peruana es anómica, pues vive rompiendo las normas sociales establecidas.
El historiador Jorge Bedregal La Vera explica otros factores. Él señala que la sociedad está atravesando una depresión grande, porque además de la pandemia, es bombardeada por exceso de información: que no hay camas, no hay médicos, que tales medicamentos funcionan o no, que toda la población se va a contagiar. Entonces la gente dice: “Si igual nos vamos a contagiar, entonces hay que festejar”, señaló.
Lamentablemente es una manera de escape de esa depresión.
Para el sociólogo José Luis Ramos Salinas, este comportamiento no es resultado de una locura momentánea o mala educación, sino producto de las estructuras sociales que funcionan en el país desde hace mucho.
“Tenemos un Perú formal con reglas y uno real que funciona porque no se obedecen esas reglas. Por ejemplo, la piratería o las normas para el transporte público, nunca se han cumplido a cabalidad, pero así funciona el sistema”, explica.
Además, se conjugan otras características como el ser una sociedad gregaria, que necesita estar en grupo, en manada; a diferencia de otras sociedades individualistas.
“El peruano no soporta estar más tiempo en cuarentena. Se le dice que esté en su hogar, pero para él su hogar no es un sitio donde se sienta seguro ni obtenga placer. Y la búsqueda del placer (hedonismo) es lo que lo hace sentir bien”, concluye.
Señala que no a todos los grupos sociales se les mide con la misma vara en esta pandemia. Las principales intervenciones de fiscalización publicadas son a fiestas clandestinas en barrios pobres o zonas periféricas.
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El psicólogo social, Jorge Yamamoto Suda, destaca que para comprender el comportamiento de las personas que faltan al aislamiento, hay que ver el pasado de cada sociedad. En Tacna, por ejemplo, el fenómeno migratorio fue fuerte durante los 80′ Y 90′.
“Tuvimos padres trabajando duro día y noche, en desmedro de los valores y tradiciones que necesitaban en el hogar. Somos una cultura donde se piensa en sí mismo, en salir adelante. Cada uno vela por sí mismo”, sostiene el psicólogo.
El sistema educativo también ha influido, su fin es lograr buenas notas, pero no se mide en función a los valores que el alumno pueda alcanzar. La corrupción en el país, el descrédito de los gobernantes y la falta de liderazgo también juega un rol.
Explicó que existe una falta de conciencia en los individuos que los lleva a actuar en piloto automático. Es decir, si antes los fines de semana tenían fiestas, hoy su conciencia actúa como si no hubiera un riesgo de contagio del virus.
Yamamoto sostiene que sí es posible lograr el cambio de conductas. Para ello es importante que perciba que el costo por no acatar las nuevas normas, es alto.
Se necesita un diagnóstico sobre lo que piensa un tacneño, un arequipeño, un limeño respecto a la pandemia y trabajar en nuevas estrategias a partir de ello.
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