Luis Álvarez
Cusco. El ascenso hacia el templo del Señor de Qoyllurit’i no es tan sencillo. Hay tramos planos pero también altos. Por el frío, los riachuelos con que nos topamos se congelan y algunos juegan como si fuesen pistas de hielo. Son 8 kilómetros de camino de herradura que hacer desde el sector Nahuayani hasta llegar a Sinakara, al pie del nevado Ausangate, a una altura de 4 mil 600 m.s.n.m. en la provincia cusqueña de Quispicanchi.
La larga travesía forma parte de una de las peregrinaciones más grandes del mundo católico celebrada en junio. Feligreses acuden a lo más alto de la cordillera de los Andes a rendir pleitesía al Cristo impregnado en una enorme roca. Unos lo hacen ante el milagro concebido. Tienen que hacer la caminata tres años consecutivos en agradecimiento.
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En cada kilómetro del estrecho camino nos encontramos cruces con el rostro de Jesús. Unos hacen paradas obligadas para encender una vela, orar y descansar un poco antes de proseguir por la madrugada. Los caminantes aceleran el paso para poder llegar con anticipación al santuario religioso, agarrar un buen sitio en la misa central y recibir la bendición del santísimo, poder así asegurar un milagro, sea en la salud, amor o prosperidad.
Demoramos cerca de 4 horas para llegar a Sinakara, unos días antes de la celebración del Corpus Christi, fecha central en honor al Qoyllurit’i. Unos se toman más tiempo, sobre todo los que tienen avanzada edad.
Antes de pisar el templo, se extiende una larga feria.
Las alasitas, venta de diminutos objetos que representan lo anhelado, desde pequeños vehículos, camiones, edificios, casas, títulos universitarios, fajos de dinero, forman parte de este mercado.
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Victoria Quispe siempre soñó con tener un auto y en las alasitas vio uno parecido al que quiere. Lo compró y el vendedor, con ramas de ruda e invocando a los apus y al señor de Qoyllurit’i, lo bendijo con abundante agua florida. Ahora solo falta la bendición del padre de la misa central y a esperar el milagro. Los peregrinos casi como obligación acuden hasta el sector de Pukllana Pata (donde se juega), un lugar frente al templo en el que realizan a manera simbólica una serie de transacciones, compras, ventas de casas y terrenos hasta matrimonios. Todo es certificado notarialmente.
En la ventanilla aguarda un banquero para recibir la transacción económica, sea préstamos, cancelación de deudas. Con el dinero de alasitas, el interesado recibe su voucher, sólo queda recibir la bendición del Taytacha Qoyllorit’i.
Cerca y en una roca, un charlatán funge de sacerdote. Por unas monedas ofrece matrimonios a parejas que siempre quisieron contraer nupcias. Es el caso de Juan y Edith. La pareja se inscribió en el registro, compraron sus aros y el cura inicia con la ceremonia. “Los bendigo... para que puedan llevar una vida de casados y puedan olvidarse de las amiguitas, de los amantes, y tengan una familia”. Los recién casados reciben su certificado para que lo bendigan en la misa central.
Mujeres con deseos de matrimonio también se inscriben. Si no tienen novio, aparece un voluntario que se prestará para la parodia. Ritos y costumbres que se repiten cada año en la morada del Señor de las Nieves.
Para llegar al templo se tiene que tomar un bus de Cusco que demora tres horas hasta Quispicanchi. La caminata se inicia desde Mahuayani.