Juan Guillermo Muñoz, "Una historia que no acaba", es el titular de la entrevista que días atrás ofreció a La República el reconocido historiador. En estas líneas habla sobre su vida, su pasión por los toros, las picanterías y sus libros.,Juan Guillermo Carpio se parece a un colosal toro de pelea que ni la enfermedad ha podido derrumbar. Es cierto, ha recibido una embestida salvaje, pero no es la estocada final. Pese a sus dificultades de salud, todos los días se levanta de madrugada para apurar la escritura de siete mil páginas de Texao, su interminable saga bibliográfica con la historia moderna de Arequipa. Hemos llegado hasta su altillo, un tercer piso de su casa en el viejo barrio de San Lázaro-Arequipa, el estudio donde trabaja desde las cuatro de la mañana, las horas más lúcidas para él. Esa costumbre de abrir los ojos temprano la tenía desde la cuna. Su madre lo bautizó con el apodo de Gallo. Despertaba cantando las canciones que ella le había enseñado. En casa, le tiraban almohadas para callarlo y deje dormir. PUEDES VER: Arequipa: El historiador Juan Guillermo Carpio Muñoz falleció este viernes Es una mañana fugazmente soleada de febrero de 2019. Media hora después, los nubarrones lo oscurecerán todo y caerá la lluvia. Nuestro historiador, coautor de La historia general de Arequipa, respira con dificultad, pues está conectado a un balón de oxígeno convertido en un fiel compañero. La conversación se alarga por casi cuatro horas. La charla vuela al pasado. Reflexiones lúcidas y emociones. La voz se le quiebra y sus ojos se humedecen cuando recuerda la muerte prematura de su hijo mayor, fulminado a los 20 años de edad por un aneurisma. El célebre pintor peruano Fernando de Szyszlo ya lo decía: No hay obscenidad más grande que enterrar a un hijo. De Szyszlo también perdió al suyo en un accidente aéreo y llevó el dolor hasta la sepultura. Juan Guillermo aprendió a convivir con su dolor. Estuvo a punto de suicidarse, pero encontró la luz en un viaje a España, con las ferias taurinas en Sevilla y Madrid. “Tengo la pasión por los toros desde el vientre de mi madre. Mi padre era aficionado y llevaba a mi madre en estado a las corridas”, dice. En uno de esos días grises, en la Madre Patria, una copa de vino lo noqueó. Con el efecto de la borrachera, lloró gritando hasta caer dormido. Cuando despertó, parecía liberado de la pena y partió a la plaza de toros. En esas jornadas taurinas, entendió que estas eran un símil de la vida. En el ruedo, matas o te matan. Las embestidas salvajes del animal suelen ser pruebas y retos del destino. Hay que entrenarse para capearlas. Eso era la vida, maravillosa, no se podía desperdiciar ni un solo segundo. Quisiera vivir 200 años. PUEDES VER: Arequipa y la leyenda "negra" durante la guerra con Chile Sus influencias Tiene 74 años. Es sociólogo de profesión, pero historiador de vocación. Su extensa obra abarca la historia republicana de Arequipa y la cultura popular mistiana: toros, gastronomía, lenguaje, música etc. Dicen que la niñez es la patria de todos. En su infancia, Juan Guillermo trazó su vocación. Su madre Teodora Muñoz Rivera, su padre Óscar Carpio y su padrastro Humberto Núñez fueron decisivos. Teodora le enseñó a cantar y entrenar su memoria (clave en un historiador). Todos los días le obligaba a que le cuente con detalles su rutina en el colegio, a memorizar poemas y canciones, etc. Su padre, Oscar Carpio, un famoso boticario, apodado el Médico del Pueblo, le despertó la pasión por los libros y el amor por Arequipa. Aún recuerda ese día que lo llevó a la biblioteca municipal para tramitar su carné de lector. El primer libro que leyó ahí fue El tesoro de la juventud. Óscar padre era muy riguroso, un lector empedernido, le tomaba la lección de las lecturas. También hacían paseos turísticos. “Hoy conoceremos la Casa del Moral”, le decía un día y luego le explicaba la historia del viejo inmueble. Si los padres le cultivaron le vena intelectual, su padrastro lo sumergió en lo popular. Humberto era un pequeño agricultor caymeño que arrendaba tierras. Su oficio complementario, agrimensor, un árbitro que resolvía las controversias del campo. Humberto lo llevó a la picantería. Su padre nunca lo hubiese hecho, odiaba aquellos establecimientos antihigiénicos con nubes de moscas y cuyes caminando por los pies de los comensales. Para Juan Guillermo, acompañar a su padre era un placer. “Siempre fui comelón. Quizá mi mal de ahora sea culpa de mis excesos. Yo no comí solo para reparar fuerzas, también para darle sentido al gusto", nos dice. Su plato favorito, el chupe de camarones, es un manjar de los dioses. PUEDES VER: La Benita, un baile arequipeño que busca entrar en los Récord Guinness [VIDEOS] La faceta política Hubiese querido desempeñarse en otras tareas: músico, arquitecto o alcalde de Arequipa. "¿ Le interesó la política?", le preguntamos. En el colegio, tenía cualidades para la oratoria. Varias veces representó a sus compañeros del Independencia en actos públicos. Cuando fue universitario, como los jóvenes de esa época, simpatizó con las causas socialistas. Sin embargo, nunca militó en ningún partido. Lo desanimaban los líderes estudiantiles que eran haraganes. Había ingresado a Letras en primer puesto, estaba becado y ese beneficio le había permitido ser bibliotecario rentado. No podía perder esa oportunida. Ya maduro, dice él, se dio cuenta de que el socialismoera un engaño. Sus líderes nefastos como Fidel Castro le confirmaron ello: “No hay derecho a que un personaje nacido en nuestro tiempo nos joda la vida”. Cuando se ponían los primeros cimientos de la regionalización, un grupo de intelectuales lo lanzó de candidato. Rechazó el ofrecimiento. Él quería ser alcalde. Después del autogolpe del 5 abril de 1992, Alberto Fujimori convocó al Congreso Constituyente Democrático (CCD), cuya misión sería elaborar una nueva constitución. Carpio tuvo varias ofertas para postular a l CCD. Solo Rafael Rey, de Renovación, lo convenció. Renovación era cercano al fujimorismo. Juan Guillermo admite que esa época convulsionada políticamente fue confusa. Sus amigos, como Jaime Rey de Castro, lo criticaron por su postulación. “Haz tomado una decisión pésima, cómo te prestas a que te elijan en una dictadura, esto tiene un mal camino”, le dijo Rey de Castro, uno de sus amigos más queridos. Pasados casi 30 años de esa incursión política, Carpio cree que dañó gravemente su carrera intelectual: “Quienes tenían simpatía por mis trabajos me criticaban. El mundo se me dividió entre amigos y enemigos”. Sin embargo, no se arrepiente, esa experiencia le permitió ver la política por dentro. Lo calificaron de fujimorista. No lo niega, coordinó cosas directas con el ahora expresidente condenado por delitos de lesa humanidad; por ejemplo, el capítulo de la regionalización y obras para Arequipa. También fue su director de Cultura. Sin embargo, tiene dos visiones de ese régimen: lo justifica por haber combatido el terrorismo y arreglar el desastre económico de Alan García, pero el problema vino después. “Fujimori fue un títere de los militares que querían gobernar el país de por vida y robar a su regalado gusto”, manifiesta. La conversa llega a su fin con algunas inquietudes. ¿Qué piensa de la muerte? Que todo acaba acá, no le tengo miedo, sino temor a cómo morir, quisiera tener una muerte súbita y sin sufrimiento. ¿No cree en Dios, en una vida superior? Soy agnóstico desde los 18 años. Antes era muy religioso, casi fui cura. Sin embargo, en la universidad, comencé a hacerme preguntas que la religión no respondía. Respeto a los que creen, los admiro. El que cree no pone en duda nada, siempre está seguro de su fe. Cuando suceden desgracias grandes, sabe a quién buscar. En cambio, los agnósticos no tienen a nadie, solo se remuerden en su conciencia.