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Política

Juan De la Puente: “Hoy vivimos elecciones plutocráticas: el dinero y la violencia decidirán el proceso electoral”

Según el reconocido analista político, “en el Perú hay ya no solo antipolítica, sino contrapolítica.”

de la puente
De la Puente sostiene que “la derecha peruana está en su fuego interno más intenso en décadas” | Marco Cotrina | La República

Alejandro Céspedes García En su última columna dijo que la salida de Dina Boluarte fue más una especie de ejecución que una vacancia. ¿Cómo evalúas hoy el poder del pacto parlamentario frente a Jerí?

Juan de la Puente: En la última etapa del gobierno de Boluarte —yo diría los últimos tres o cuatro meses— este pacto se había resquebrajado. De hecho, el partido que propuso la primera moción de vacancia de Boluarte el 9 de octubre es un partido aliado, o que para muchos forma parte del pacto.

Entonces, cuando se produce la destitución de la señora Boluarte, el pacto se reagrupa, pero se reagrupa para vacarla y luego cierra filas con el nuevo presidente de la República. Estamos hablando, creo, de dos momentos: el de la disgregación o del resquebrajamiento del pacto, en el sentido de que cada uno quería salvarse por su cuenta y no mezclarse con Boluarte; y luego, con los sucesos de los días precedentes, se produce un reagrupamiento del pacto, pero ya no para sostenerla, sino para ejecutarla.

Acto seguido, el pacto se fortalece porque se amplía, no solo con la vacancia de Boluarte —votada por 122 de 180 parlamentarios— sino en los días subsiguientes. En este momento no hay fisuras en el Congreso respecto al respaldo a Jerí. Por lo tanto, tenemos un nuevo oficialismo, un pacto renovado, que no sabemos hasta cuándo durará.

Alejandro Céspedes García: Porque además habló de este pacto como una especie de atrincheramiento de Lima frente al resto del país. ¿A qué se referías?

Juan de la Puente: Bueno, el hecho de que el presidente de la República, a casi un mes de su designación, no haya visitado una región del país con todos los honores y las reglas formales de una presidencia es muy indicativo. No solo el pacto, no solo el Congreso, sino yo diría que el gobierno está atrincherado en Lima.

Para efectos prácticos, el señor Jerí gobierna fundamentalmente desde Lima. Esto demostraría que la polarización de la que se habla en el Perú es, en realidad, una suma de varias polarizaciones: la polarización entre Lima y las regiones; la polarización entre el país institucional y el país excluido.

Además, este pacto se atrinchera en Lima también en términos electorales. Estamos frente a dos países: un país electoral —donde los partidos políticos, sus adherentes y un porcentaje pequeño de la población los respaldan— y un país antielectoral, que les lanza piedras y los obliga a hacer actos a puerta cerrada. Son como dos pistas: el país electoral que busca el poder y el país antielectoral que les rechaza. Esa enorme brecha tiene que resolverse; si no, la legitimidad de los elegidos será de entrada muy baja.

Alejandro Céspedes García: Hablabas del miedo como motor político. ¿Cómo crees que este miedo termina siendo catalizador de las dinámicas electorales actualmente?

Juan de la Puente: En la primera parte de este año, hasta agosto o septiembre, hubo un eje que las élites empresariales y políticas lograron legitimar: el eje caviar–anticaviar, sistema–antisistema. Se decía que era importante que haya un solo candidato de la derecha o la ultraderecha porque, si no, quienes llegarían a la segunda vuelta serían antisistema. Se levantó un miedo al antisistema de una manera extraña, porque en realidad los antisistema están en Lima.

Si uno lee el comunicado del Consejo Fiscal de hace unos días, el antisistema no está en las regiones del sur. Ese eje se transformó en temor tras los sucesos de Juliaca, el 8 de octubre, cuando un grupo importante agredió a un candidato, Phillip Butters. Ese miedo electrizó al sistema político y produjo una vacancia exprés. No hay país presidencialista en el mundo donde se destituya a un presidente en 16 horas. Esa rapidez solo se explica por un miedo agudo: el miedo de las élites, el miedo de Lima, el miedo de los sectores conservadores.

Además, el pacto parlamentario ha comenzado a consolidar cuotas de poder. Pero el gabinete actual es débil: salvo la figura del premier Álvarez, el resto es bastante liviano. Jerí deja mucho margen a sus ministros porque se concentra en la seguridad ciudadana. Los partidos del pacto comparten el sostenimiento de Jerí y ciertas cuotas de poder en el Ejecutivo, pero entre ellos hay enormes divergencias que se irán agudizando. No recuerdo un fuego tan intenso dentro de la derecha como el de los últimos días: tres o cuatro partidos peleándose entre sí. Freud hablaba del narcisismo de las pequeñas diferencias: las diferencias entre los parecidos pueden ser tan profundas como entre los contrarios. Así actúa hoy la derecha peruana.

Alejandro Céspedes García: Hablamos también de un pacto en otro momento afín a la élite empresarial, que hoy parece haberla perdido. Vimos, por ejemplo, el rechazo al CADE: solo tres candidatos aceptaron asistir.

Juan de la Puente: La derecha política ha perdido la brújula económica y se ha vuelto mercantilista y populista. La élite empresarial, por su parte, ha perdido la brújula política: en vez de buscar estabilidad de largo plazo, ha preferido estabilidad corta, incluso la “paz de los cementerios”. No tuvo una actitud crítica frente a la violencia de 2022 y 2023 y solo en los últimos meses de Boluarte marcó distancia. Esa radicalización hizo que CADE parezca un cónclave ultraconservador; con la visita de Milei, el lema y la estética reforzaron esa imagen. Paradójicamente, los propios partidos de derecha decidieron no participar.

Hoy la élite empresarial no tiene un proyecto claro: sabe lo que no quiere, pero no a quién respalda. Desconfía de López Aliaga, siente afinidad con Keiko Fujimori, apostó por Álvarez y ahora coquetea con SPA. Buscan un líder, como el pueblo buscó a Castillo en 2021, pero aún no lo encuentran. Su radicalización ideológica los ha llevado a solidarizarse con la mano dura y el autoritarismo estatal, y eso tiene límites.

Alejandro Céspedes García: En CADE, Cayetana Álvarez de Toledo sorprendió al romper el protocolo y decirles a los empresarios que la mayor inversión que pueden hacer es en democracia. ¿Qué añadirías?

Juan de la Puente: Quien lo dice es una parlamentaria del Partido Popular con posturas cercanas a VOX. Si alguien con ese pedigrí recuerda a los empresarios peruanos que miren hacia la democracia, eso muestra cuán lejos está su liderazgo de una postura democrática. No lo dice solo ella: lo dicen The New York Times, El País y el índice de The Economist, que ubica al Perú como una democracia precaria. Para observadores internacionales, el eje político peruano es democracia vs. no democracia, corrupción vs. no corrupción. Pero para buena parte del empresariado sigue siendo caviar vs. anticaviar, sistema vs. antisistema. Desde las marchas del 13 de septiembre ese eje se desplazó y el empresariado quedó rezagado. La pregunta es si reaccionarán y se colocarán en el eje correcto.

Alejandro Céspedes García: El Congreso actual, además de aprobar leyes que debilitan la democracia, ha ampliado el financiamiento privado. En un país con antecedentes de corrupción y economías ilegales, eso es muy riesgoso. ¿Qué adviertes?

Juan de la Puente: Los dos elementos que presionan el proceso electoral —y de los cuales los organismos electorales serán víctimas— son el dinero y la violencia. Desde 1985, el costo de una campaña se ha multiplicado por cien; hoy vivimos elecciones plutocráticas. Con la reposición del financiamiento privado, muchos políticos recibirán dinero legal e ilegal. Habrá territorios donde el dinero ilegal predomine: minería informal, narcotráfico, tráfico de tierras, tala ilegal. Allí surgirán congresistas financiados por esas actividades. Los espacios más formales tendrán otra representación parlamentaria, menos prisionera de ese financiamiento.

Alejandro Céspedes García: Si estas elecciones deben tener un sentido pedagógico, ¿cómo debería expresarse ese aprendizaje? Ya sabemos por quiénes no votar, pero ¿por quiénes sí?

Juan de la Puente: Hay partidos híbridos con elementos ilegales y antidemocráticos a flor de piel, y otros con compromiso democrático, aunque con reclutamiento dudoso. Si el eje de la campaña fuera democracia vs. no democracia, corrupción vs. integridad, el proceso sería pedagógico. Pero todavía no ocurre; probablemente hasta inicios de enero los partidos no elaboren su discurso. La única manera de resolver la brecha entre el país electoral y el antielectoral es que los partidos le hablen a la sociedad. No he visto a ningún candidato pedir disculpas por los muertos del sur ni proponer reformas serias en pensiones, salud, educación o trabajo. Tampoco se discute el problema de las concesiones mineras. Solo se habla, superficialmente, de seguridad ciudadana. Hay que hacer un trabajo pedagógico para que el Perú electoral le hable al Perú antielectoral y lo integre al proceso.

Alejandro Céspedes García: Hablando de seguridad: tú señalabas que el Comité de Coordinación Operativa Unificada evidencia una duplicación de funciones. ¿Estamos ante un empoderamiento indebido de la Policía?

Juan de la Puente: Sí. Hay un empoderamiento inconstitucional de los mandos de la Policía Nacional; son cada vez más deliberantes. No sé si piden permiso al ministro del Interior para salir a los medios, pero actúan con autonomía. La presencia del ministro del Interior es mínima. Llevamos quince días de estado de emergencia y es evidente que no ha funcionado. Sin reforma policial no habrá resultados; lo demás serán medidas inconstitucionales o restricciones a las libertades. El presidente Jerí le está prestando mucha atención al área de seguridad, pero las lunas de miel se acaban y la gente exigirá resultados.

Alejandro Céspedes García: Finalmente, destacaste el triunfo reciente del líder progresista Mamdani en Nueva York ¿Son casos aislados o el inicio de una tendencia regional?

Juan de la Puente: Pienso que es un triunfo ciudadano. Ese político no solo le ganó a Trump y al Partido Republicano, sino que también es victorioso frente a sectores del propio Partido Demócrata. Hablo de dos victorias: frente al opositor tradicional y frente al anquilosamiento del propio partido. Otros analistas norteamericanos, como Moussa Al-Brahim, han escrito sobre cómo las élites progresistas se distanciaron de la gente. En ese sentido, el triunfo que mencionas es una victoria ciudadana: su campaña fue ciudadana.

Trayendo esto a América Latina, hay países donde la política se hace ciudadanamente y otros donde se hace burocráticamente. La victoria del señor Paz en Bolivia, por ejemplo, fue una victoria ciudadana: estaba en 4% un mes antes de las elecciones y, sin embargo, emergió. En el Perú vemos un enorme divorcio: los ciudadanos, lo social, están desconfiados y distantes; la política oficial está por otro lado. Hay ya no solo antipolítica, sino contrapolítica. La participación social —protestas, campañas— debe ser asimilada por la democracia. Los partidos deberían entender que esta forma de participación es política y debe incorporarse.

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