“¿Qué haríamos los peruanos sin Grau?” De esa forma, César Hildebrandt inicia su columna semanal, dedicada esta vez al héroe del Combate de Angamos, ocurrida en 1879.
A partir de ello, el periodista resalta el papel del gran almirante en la construcción de nuestra identidad como nación. “Que los especialistas en salud mental digan de qué tamaño es el servicio que el héroe ha prestado a la autoestima de este país a veces tan ingrato”, señala.
En esa línea, Hildebrandt menciona que “hubo gente que nos honró y otra que nos avergonzará para siempre” en la historia del Perú.
“Fracasamos como nación y eso no fue responsabilidad de ‘una raza abyecta’, como propuso infelizmente el señor Ricardo Palma, sino de la clase dominante que se negó a pagar impuestos extraordinarios para costear la guerra y que tuvo en Prado y Piérola a sus más fieles representantes”, escribe.
Agrega que el civilismo, entendido como aristocracia de origen rapaz, saqueó al país y huyó de sus deberes. Y que el militarismo de los primeros años de república anarquizó el país en un “festival de codicias que hizo imposible la construcción nacional".
Combate de Angamos
No obstante, César Hildebrandt recuerda que Grau se plegó a la revolución reaccionaria que Manuel Ignacio de Vivanco armó en contra del gobierno liberal de Ramón Castilla. "Grave error de perspectiva que desmiente la leyenda infantil de su inmaculada condición de “demócrata cabal”, dice.
Además, rememora su declaración de rebeldía frente al nombramiento del comodoro estadounidense Tucker como jefe de la armada peruana.
“Y bien, este crónico rebelde que fue sacado de las filas de la marina de guerra dos veces, que bombardeó el Callao desde el navío Apurímac en 1857, que llegó preso a la isla San Lorenzo cuando incurrió en desacato al desconocer el nombramiento de Tucker, es el mismo titán que el 8 de octubre de 1879 sabe que va a morir y muere, sabe que tiene que sacrificarse y se sacrifica, sabe que dejará a sus hijos huérfanos y viuda a su mujer y desamparado el mar donde había hecho de las suyas y allí está, en la torre de mando, tan cerca del Cochrane que puede sentir el odio de sus enemigos y mirar el cañón que habrá de volarlo en pedazos”, escribe el periodista en el semanario Hildebrandt en sus 13.
Por último, César Hildebrandt señala que fuentes indican que el almirante pudo aumentar la presión de las válvulas cinco horas antes del Combate de Angamos y ello pudo cambiar la historia.
“No habría cambiado nada. Tarde o temprano, el Cochrane y el Blanco Encalada, tres veces más poderosos que el Huáscar, emboscarían al más ejemplar de los peruanos. Y así fue. La escuadra casi completa del enemigo cercó al Huáscar y Grau, como quienes murieron como él aquella mañana decisiva, asumieron la tarea más digna que la condición humana nos puede demandar: morir con dignidad”, puntualiza.
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