Jaime Saavedra, exministro de Educación y Director Global para Educación del Banco Mundial, repasa en la siguiente entrevista las consecuencias que la pandemia tiene sobre el sector. Señala que si ya existía una crisis de aprendizaje, la crisis por la COVID-19 la ha profundizado.
Usted ha dicho que esta crisis, para la educación, es lo más cercano a una guerra. ¿Por qué?
Es probablemente la crisis más grande que hemos vivido desde la segunda guerra mundial en educación, por varias razones. Pero, principalmente, piénsalo así: es un choque doble.
¿Por qué doble?
Alguna vez, en un país, puedes haber tenido una huelga muy larga y que los chicos no hayan podido ir a la escuela por varios meses. Ahora hay un shock sanitario que ha supuesto el cierre de escuelas en todos los países del mundo, en simultáneo. Pero además de ese shock sanitario, tienes una grave recesión económica. Ha habido grandes recesiones, que tienen impacto en los presupuestos públicos. Pero, insisto, lo que nunca se ha visto son los shocks sanitario y económico al mismo tiempo.
A eso hay que añadir la incertidumbre.
Además, porque no sabemos cuándo va a durar esto. Es más, existe la incertidumbre de si habrá una segunda ola. Los países que ya están pasando la primera ola no saben si habrá una segunda en el invierno. Si hay un terremoto, bueno, no asumes que habrá otro terremoto tres meses después. Acá es diferente. Por eso la crisis es extraordinaria.
¿Una guerra?
Lo más cercano que podemos tener a una guerra.
¿Y se puede ganar la guerra?
Eventualmente se va a ganar, pero hay muchísima incertidumbre. Por ejemplo, ¿cuándo habrá una vacuna? ¿Cómo vamos a poder convivir con el virus? Será un proceso de adaptación muy complicado. Navegamos en escenarios con muchas dudas, y tenemos que lidiar con ellas.
Dicho esto, el impacto es grave pero diferenciado. Hay países, para hablar de educación, que pueden enfrentar esto mejor que otros, ¿cierto?
Te lo pongo así: ya estábamos viviendo una crisis de aprendizajes. Ha habido mejoras en los sistemas educativos, pero no se tiene la calidad que se necesita aún. En enero, antes de la crisis, el 53% de los chicos de 10 años en países de ingresos medios y bajos no eran capaces de leer y entender un texto. En algunos países de África se llega al 90%. Hoy, sobre esa crisis de aprendizaje, tenemos que el punto de partida es más bajo, porque esa pobreza de aprendizaje es mayor. No sabemos cuándo van a regresar los chicos. El otro problema es que si ya había desigualdad de oportunidades entre y dentro de los países, hoy eso es peor. Porque los chicos con más recursos tienen más posibilidades de mitigar la crisis que los de menos recursos.
Y lo mismo pasa con los países.
Exacto, los países más ricos tienen más opciones de enfrentar la crisis que los más pobres. Es decir, esto no solo implica un retroceso sino una mayor desigualdad. En ese sentido, el impacto potencial puede ser muy grande. Ahora, sí se ha visto una reacción importante de la mayor parte de países para llegar de alguna manera a los alumnos. Unos 130 han implementado modalidades de aprendizaje a distancia, remoto. ¿Eso mitigará completamente el problema? No. Ni la mejor educación a distancia va a ser exactamente lo mismo que una buena educación presencial.
¿Es imposible equiparar la calidad de la educación presencial con la educación a distancia?
Sí, yo diría que es básicamente imposible, porque nos estamos dando cuenta de varias cosas. Una lección de la pandemia es que la educación es una experiencia social, de vida. Tiene un contenido académico importante pero, al mismo tiempo, es una experiencia de interacción con otras personas. Los contenidos académicos puedes replicarlos si tienes todas las condiciones en tu hogar, pero nadie puede estar sentado en una pantalla siete horas. ¿Y la música y el arte y los deportes? Los padres se dan cuenta ahora de la importancia de los buenos maestro. La tecnología no va a reemplazar al maestro.
Esa frase es importante: “si tiene todas las condiciones en tu hogar”. La pandemia nos expone la desigualdad, ¿cierto?
Efectivamente. Una desigualdad que nos muestra es la digital, que ya sabíamos que existía, pero esto ha sido como una cachetada. Ahora vemos las consecuencias de esa brecha digital. No todos tienen acceso a una computadora, a Internet. Las posibilidades de lo on-line pueden ser efectivas e interesantes para un grupo de la población, pero hay un sector muy grande al que no puedes llegar. Esa es una desigualdad. Otra es que las condiciones en el hogar son distintas. Lamentablemente nuestros sistemas educativos no son el mecanismo de igualación de oportunidades al que aspiramos. Se ha mejorado, aunque está lejos de donde debe estar.
¿Para generar movilidad social?
Generar igualación de oportunidades, lo cual implica una mayor movilidad social.
¿Nos hemos dado cuenta de que el Internet es un privilegio?
Mira, el Internet tiene el potencial de ser un gran igualador de oportunidades. Con él, un chico en Huancavelica puede acceder a una clase magistral en Harvard, igual que uno de Lima. Y eso es factible, tecnológicamente. Sin embargo, en la medida de que no se cierre la brecha digital, el Internet está siendo un mecanismo más grande de desigualdad de oportunidades. El Internet puede igualar muchísimo si lo usas bien y se lo das a todos. Si solo se lo das a algunos, genera mayores desigualdades.
¿Habrá una nueva educación a partir de ahora?
Lo que yo espero es que esto nos lleve a un nuevo proceso, más resiliente, igualador y efectivo. Se puede llegar a un balance apropiado entre tecnología y maestro. Se decía incluso que un maestro ya no sería necesario.
Eso es falso.
Yo creo que es claro de que eso no es cierto.
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