Lo hermoso de un archipiélago siempre son sus paisajes: las diferencias entre unos y otros, escarpados farallones, despeñaderos verticales, arrecifes de corales y playas de arenas rosadas como el azúcar; paisajes abismales o suaves y amigables. Lo terrible de un archipiélago es que, para comunicarte, necesitas cruzar el mar.
La metáfora me parece que se ajusta para pensar en nuestro próximo congreso: partidos que estarán representados por pocos parlamentarios y que, entre unos y otros, no logran construir una mayoría importante sino minorías que, necesariamente, tendrán que concertar para poder funcionar. Algunos de esos partidos son tierras nuevas y blandas; otros son islotes duros, negros y agrestes. Sin duda sobre algunos las olas revientan con furia y sobre otros apenas se orilla el mar transparente en sus playas. Pero siempre para comunicarse tendrán que cruzar el mar.
El mar –parafraseando al olvidado Ciro Alegría, maestro del lenguaje– siempre es ancho y ajeno.
Por eso para cruzarlo en esa zona llamada archipiélago no se pueden usar navíos blindados o submarinos atómicos sino simples barcazas de madera que, luchando contra la corriente, permitan mantenerse a flote entre Escila y Caribdis. Sabemos que las sirenas estarán, en algún lugar profundo del océano, dispuestas a salir a la superficie con sus corruptos y dulces cantos, intentando romper la cera de nuestros oídos para hacernos caer en la trampa. La verdad es que, para navegar en un archipiélago, se requiere de mucha experiencia y la mayoría de navegantes no tienen ninguna. Habrá que confiar en los mapas de navegantes anteriores o hacerse de buenas guías, de lo contrario, muchos terminarán naufragando.
En el caso concreto del Congreso hay reformas urgentes planteadas por la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política que deben entrar en vigencia pronto, antes de abril, para que sean válidas para las elecciones del 2021. De la misma manera, revisión de Decretos de Urgencia, y fiscalización urgente de incumplimiento de la ley de parte de operadores de justicia en casos de feminicidios. El tema es entrar a la mar de inmediato para no desperdiciar el poco tiempo disponible.
Pero el peligro está a la vuelta de cada islote y los dioses no parecen ser propicios.