Si la inversión de los comerciantes es una guía, la Navidad de este año en las calles y los medios también ha sido menos intensa.,Este año me llegaron mucho menos tarjetas de Navidad, y las pocas que llegaron fueron algo más laicas que las de otros años. Una consulta con amigos reveló que el asunto de las tarjetas que se desvanecen no ha sido solo mío. También en el Perú la Navidad y su espíritu siguen cambiando, de fiesta religiosa a fiesta cultural. Por lo pronto, el saludo por una Feliz Navidad es cada vez más reemplazado por Felices Fiestas, que engloba el Año Nuevo, incluye a creyentes y no creyentes, o poco creyentes, y en el Perú es quizás también un saludo a la llegada del verano. Como que el año festivo se ha vuelto demasiado veloz como para detenerse en un solo día. En consecuencia es comprensible que Papá Noel y sus renos hayan perdido terreno en la imaginería de la temporada. Hubo un tiempo en que bastaba ponerles chullos. Pero hay cada vez más presión de imágenes y objetos cargados a lo nacional, sobre todo lo andino. Sin embargo, el hispánico Niño Manuelito no ha logrado instalarse del todo. Si la inversión de los comerciantes es una guía, la Navidad de este año en las calles y los medios también ha sido menos intensa: menos publicidad, menos multitudes, menos historias navideñas y, si he escuchado bien, menos villancicos y más advertencias sobre los excesos en la comida y la bebida de la cena pascual. Cierto repliegue comercial quizás se explica por el creciente número de días con ofertas, sobre todo para las compras por Internet, en el año. Lo demás puede atribuirse al clima de una opinión pública que se va alejando de lo tradicional, o simplemente resignificándolo para los nuevos estilos de vida. Otro meollo del asunto está en el creciente número de personas que simplemente no cree en el asunto. A los cristianos evangélicos y seguidores de otras religiones la Navidad pública (avisos, adornos, ritos) quizás les quite algo de entusiasmo por parecer una situación demasiado asociada con la Iglesia católica. En medio de todo esto subsiste algo llamable un lobby ciudadano a favor del desprendimiento en la forma de regalos, los reencuentros familiares y los guiños a la religiosidad encarnada en el nacimiento de un niño. Es un esfuerzo cada vez más cuesta arriba, pero merece conservarse.