“Será imposible gobernar tres años a punta de declaraciones beligerantes de índole moralizadora”.,Como suele ocurrir en procesos políticos turbulentos, cuando se transita en medio de una encrucijada como la que pasa el país, a nivel de gobierno se trazan dos o más líneas de acción. Al cabo de poco tiempo empieza el proceso de decantamiento. Todo permite afirmar que Martín Vizcarra ya empezó la ruta de las definiciones. El MEF ha diseñado un Plan Nacional de Competitividad que incorpora significativos cambios en la legislación laboral vigente y va hacia una liberación significativa, a contrapelo de una línea de pensamiento como la que enarbola el titular del sector Trabajo. Este viernes fue anunciado en líneas generales por el presidente Vizcarra en la CADE. A diferencia del gobierno de Valentín Paniagua, a quien le fue suficiente encaramarse sobre la lucha anticorrupción para sobrellevar el trasiego gubernativo, Vizcarra está obligado a ejercer un gobierno con agenda programática. Será imposible gobernar tres años a punta de declaraciones beligerantes de índole moralizadora. Ese envite ya lo recogió convocando a un referéndum, cuya mayor virtud ha sido darle curso al hartazgo ciudadano, tramitar o desfogar el “que se vayan todos”, ánimo nacional vigente luego de conocerse la magnitud de la corrupción brasileña o las ramificaciones judiciales vinculadas a procesos corruptos como los de los “Cuellos Blancos”. La buena noticia es que hay en curso un conjunto de reformas. Judiciales como las surgidas del seno de la comisión Wagner (que ha efectuado un excelente trabajo en ese sentido); en materia política se han pergeñado también algunas, aunque algo menos orgánicas que las judiciales; y en materia económica, que era donde más se venía cojeando, el MEF parece haberse puesto las pilas y diseñado un conjunto de propuestas entre las que destaca la vinculada a materia laboral. Es el talante que corresponde. En verdad, era lo que correspondía hacer como país hace dieciocho años, cuando hizo implosión el fujimorismo y se emprendió la transición democrática. Cabía entonces, como cabe ahora, profundizar y extender la economía de mercado, rediseñar la estructura política para afianzar la democracia y reformar radicalmente instituciones como el Poder Judicial y el Ministerio Público. Dicha agenda no fue desarrollada ni por Toledo, ni por García, ni por Humala y menos por un deleznable y felizmente pasajero Pedro Pablo Kuczynski. Increíblemente, ha tenido que venir un Presidente azaroso e inesperado para empezar a pergeñar tales reformas. Algunas de estas son incompletas, otras son equívocas, y respecto de asuntos económicos, aún es poco lo apreciado, pero el norte parece el indicado. A pesar de las ineludibles comparaciones, no corresponde esperar un régimen con software paniaguista. Paniagua, por su asumida convicción, era de temporalidad corta y con el único mandato gubernativo de rescatar al país de los escombros y proceder a una sucesión electoral rápida y constitucional. Vizcarra no es ni debe ser Paniagua. Tres años y medio exigen un gobierno pleno, con perspectiva programática detallada. Lo que corresponde en esta segunda fase vizcarrista es una mayor coherencia ideológica. Es inviable un gobierno donde coexistan un ministro como Carlos Oliva con otro como Christian Sánchez, dos ministros de pensamiento divergente, como se ha visto claramente en las escaramuzas ocurridas respecto de los planteamientos laborales que el MEF felizmente ha logrado asentar con el visto bueno presidencial. Estuvo bien la actitud convocante de Vizcarra frente a la crisis de gobernabilidad generada por la salida imprevista de PPK, dicha situación lo pudo haber convencido de que necesitaba un gabinete plural, pero ahora que la crisis descrita ya ha sido superada y que el destino le sonríe debido a su alta aprobación y al triunfo parcial obtenido hasta ahora frente a la magistratura y el Congreso –victoria que seguramente se consagrará este 9 de diciembre-, lo que cabe esperar es un gabinete más afiatado y con mayor capacidad de respuesta política. Vizcarra empieza a salirse de las notas al pie de página de nuestra historia política y a hacerse de un lugar referencial. Ojalá mantenga el talante. -La del estribo: algunas muy subjetivas y azarosas recomendaciones cinemeras, que se pueden atender con el proveedor de su preferencia: El repostero de Berlín (2017: cine israelí: la dan también en estos días en el C.C. PUCP); la superlativa Cold War (2018: cine polaco de Pawel Pawlikowski); y La revolución silenciosa (2018) o La clase silenciosa, película alemana basada en hechos reales y dirigida por Lars Kraume.