La polarización política produce desaprobación, más allá de los méritos o deméritos, y es raro que un congresista se salve por sus calidades personales o profesionales. Así, todos van a un caldero común de desagrados cruzados.,Una encuesta Ipsos sobre congresistas muestra que la aprobación de ninguno logra acercarse ni remotamente a sus cifras de impopularidad. Lo cual no debería preocupar, puesto que no podrán ser reelegidos, y a los más afortunados en este aspecto recién les volveremos a ver las caras en el 2026, dentro de siete años. A otros nunca más. El descrédito de la actividad parlamentaria no es novedad. Sería iluso esperar objetividad en este tema. La polarización política produce desaprobación, más allá de los méritos o deméritos, y es raro que un congresista se salve por sus calidades personales o profesionales. Así, todos van a un caldero común de desagrados cruzados. Sin embargo, la encuesta Ipsos trae algo parecido a una escala de eficacia, con los primeros lugares en popularidad ocupados por congresistas de visible capacidad, y una que otra excepción. Pesa mucho en esto la experiencia parlamentaria, y también la partidaria. Un obvio caso en que la antigüedad es clase. Pero a diferencia del relato bíblico sobre el incendio de Sodoma y Gomorra, no ha habido un número de parlamentarios objetivamente buenos capaz de salvar a la corporación entera del manotazo nuclear de la opinión pública que pronto impondrá la no reelección. Además de que los más populares también están desaprobados en la encuesta. En esta historia de justos pagando por pecadores hay varios elementos. Uno ha sido el espíritu de cuerpo que ve en todo individuo a un colega, al lado de cruzar las líneas partidarias. Otro elemento ha sido el cúmulo de infracciones, ciertas o no, de congresistas individuales, muchas de ellas grotescas, y siempre bien publicitadas. También aportan al desagrado público el voto preferencial, una arbitraria máquina de reclutar bisoños, y las alianzas con figuras locales que son cantidades desconocidas. La cifra repartidora aporta lo suyo, al acolchar las mayorías con los coleros de las listas. Todo lo cual ha producido poco material reelegible. Uno de los problemas con la no reelección es que ella pueda producir parecidos resultados. En términos estrictamente profesionales, no hay en el país muchas figuras elegibles de recambio para los congresistas experimentados que no van a volver. En cambio sí muchos elegidos-sorpresa para descorazonarnos.