"Los activistas de la clase media peruana jamás se rindieron; en redes y calles, en los medios, por momentos ajustando y exigiendo a Vizcarra ser contundente, y cuando lo fue, fue respaldado",Lo que está pasando en el Perú en los últimos meses es realmente inspirador y alentador en varios sentidos: cívico, moral, institucional y jurisprudencial. Ante nuestros ojos se despliega lo que podría ser el inicio de una etapa de resane de los tejidos políticos, judiciales y sociales infectados por la corrupción. Pero no solo eso, también se podría estar consumando una importante lección nacional acerca de la representación política. El despreåstigio de los ‘partidos políticos’–el aprismo y el fujimorismo– ha abierto el terreno a la voluntad de nuevas representaciones políticas. El camino se abre para un recambio completo. Y el referéndum abonará también en ese sentido. Es una lástima que tengamos que sacrificar representantes como Alberto de Belaunde, Tania Pariona, Marisa Glave, Indira Huilca, Vicente Zeballos, Gloria Montenegro o Gino Costa, entre otros pocos por evitarnos la repetición de los delincuentes aprofujimoristas. Pero las arenas políticas de representación podrían moverse en esas direcciones éticas y comprometidas con nuevos liderazgos que tras lo visto tienen claro cómo los espacios que la gente decente no ocupe en política serán ocupados por la miasma de la que hoy queremos deshacernos. El aprismo y el fujimorismo no solamente han sido desenmascarados para el gran público y una parte importante de la prensa y de los poderes económicos, sino que estas agrupaciones vienen demostrando que cuando sus caudillos caen, los miembros del grupo están dispuestos a sacrificar el capital político del partido por no dejar caer al caudillo. Extraña lealtad que deforma el fin mismo de un partido político, cuya primera lealtad debe ser con sus representados antes que con un líder, más cuando el líder –evidentemente– ha delinquido. Solamente salvando al líder se salvan ellos mismos de terminar corriendo la misma suerte tras las rejas, al tiempo que salvan las cuotas de poder que les permiten una vida llena de lujos materiales y garantizarse impunidad frente a sus delitos pasados, presentes y futuros. O al menos eso es lo que esperan. Sin embargo, y aquí es donde la magia de lo bueno se produce. Hace unos meses, cuando el electo presidente Kuczysnki traicionó a la justicia peruana entregando un írrito indulto a Alberto Fujimori, para quienes entendemos estas condenas como una forma de redención político-moral para el país fue un duro golpe. La salida del gobierno de Kuczysnki fue un episodio de sentimientos encontrados porque sabíamos que el fujiaprismo cumplía su venganza contra Ppk, pero también sabíamos que Ppk había mentido y delinquido, peor aún, temíamos que Vizcarra no estuviera a la altura y el país sucumbiera a manos del aprofujimorismo depredador. Pero Vizcarra tomó el timón y empezó un giro inesperado en esta parte de la historia. No se sometió al abuso político del fujiaprismo, lo enfrentó, lo combatió y peleó por hacer valer su poder presidencial. Sin partido político que lo respaldara, con una casi-no-bancada en el Congreso, una vicepresidenta traicionera y un primer ministro cuestionado por sus nexos con el enemigo, Vizcarra tuvo y pudo apoyarse en una sola cosa: el pueblo peruano. El pueblo del cual emana el poder de los gobernantes, respaldó a un presidente no electo en un momento crucial y Vizcarra supo aprovecharlo. Los activistas de la clase media peruana jamás se rindieron; en redes y calles, en los medios, por momentos ajustando y exigiendo a Vizcarra ser contundente, y cuando lo fue, fue respaldado y eso se tradujo en su alta aprobación en las encuestas. Para entonces, ya un puñado de buenas peruanas y peruanos habían empezado la revolución sobre la cual todos pudimos sostener al país. Un puñado de buenas mujeres y hombres que hicieron algo que en el Perú corrompido de hoy es heroico: su trabajo. La fiscales Rocío Sánchez Saavedra, Sandra Castro Castillo y el juez Cerapio Roque Huamancóndor permitieron que los peruanos descubriéramos los nexos entre narcotraficantes con jueces y fiscales supremos, empresarios y líderes políticos que denominaron ‘Los Cuellos Blancos’ en el caso más importante de los últimos tiempos, #Lavajuez. Para entonces también desde la prensa independiente de investigación Gustavo Gorriti y Romina Mella, de IDL-Reporteros, ya habían conseguido importantes revelaciones en el caso #Lavajato. Luego vendría otra minoría a seguir inyectándole moral y justicia al país: el fiscal José Domingo Pérez y el Juez Concepción Carhuancho. Los corruptos seguirán moviendo todas las palancas y esgrimiendo todas las falacias para librarse de sus inminentes condenas como está haciendo AG, pero esta revolución iniciada por una minoría social, judicial, periodística y política ya no hay quien la detenga. Con fe y optimismo caminamos hacia nuestro bicentenario.