Quienes hoy rondan los 40 o poco más, sin duda llevan cargas muy pesadas en sus recuerdos.,Los adolescentes de los años 90 fueron niños en plena época del terrorismo y asimilaron la peor violencia. Las masacres de campesinos, soldados, policías y civiles eran cotidianas, así como apagones, coches-bomba y, para remate, crisis económica y la total incertidumbre acerca del futuro del país. La psicología social debe estudiarlo en detalle. ¡Qué tiempos tan duros para un chico que justo necesita seguridades y afronta la etapa del crecimiento formativo! Quienes hoy rondan los 40 o poco más, sin duda llevan cargas muy pesadas en sus recuerdos. Por eso no es casual que tres de los personajes “míticos” de los 90 sean muy simbólicos de la violencia de entonces: Fernando De Romaña Azalde “Calígula”, asesinado en febrero de 1992 por ¿ajuste de cuentas, venganza por chantajes, tráfico de drogas u odio personal? Jamás se supo y quizá nunca se sabrá. Luego Mónica Santa María, la bella y dulce dalina de “Nubeluz”, quien no solo acabó con su vida: también sin querer, con una próspera industria de TV infantil que no logró sobrevivir a ese disparo en el verano de 1994. Y finalmente en 1997, otra bala “jugando” (!!) a la ruleta rusa en medio de una noche de alcohol y excesos, convirtió en leyenda a Percy Rodríguez Marchand, dirigente fundador de Trinchera Norte, la barra brava de la U, cuyo apodo “Misterio” fue la mejor premonición de una vida marcada. Tres veinteañeros cuyas muertes simbolizaron la pulsión tanática de los años 90. Entre ellos, tal vez “Misterio” sea el más recordado gracias a una exitosa miniserie y al montaje de Aldo Miyashiro, obra hoy repuesta en el teatro La Plaza. Una sensible y potente lectura de una generación que nos ayuda a explicar los traumas que siguen arrastrándose como sociedad en nuestros días.