Mostraría un compromiso real con la información, el buen uso de las frecuencias concedidas y su apuesta por valores democráticos.,Se espera en los próximos días la sentencia del Tribunal Constitucional contra la Ley Mulder. Uno puede estar a favor de regular mejor la publicidad estatal, su asignación y costos, y criticar con dureza esta norma. Dadas las condiciones actuales de los medios en el país no es posible que el Ejecutivo informe en forma efectiva a la población sin pasar por los medios privados. La norma no busca regular, sino prohibir, castigar; otro capricho de una bankada que no termina de procesar su derrota electoral. Ojalá los magistrados del TC muestren su independencia en un caso clave y la declaren inconstitucional. Estas críticas no deberían impedir que, al mismo tiempo, se discuta la incoherencia de ciertos medios de comunicación al cuestionar la norma, especialmente los canales de televisión abierta. Estos medios han resaltado la importancia del derecho a la información y su relevancia en una democracia para criticar la Ley Mulder. Considero que cargan con un enorme rabo de paja que, paradójicamente, ha contribuido a su vulnerabilidad frente a los políticos. ¿Cómo invocar el derecho a la información si son ellos quienes han minimizado dicho derecho en su programación? Por decisión propia desde hacen años los canales de televisión abierta, y los medios en general, vienen reduciendo y banalizando sus espacios informativos. ¿Cómo así medios que privilegian contenidos de entretenimiento o sensacionalismo, que no dan suficiente espacio al debate político, reivindican la importancia del servicio público que nos prestan? ¿Cómo creer que les preocupa nuestro bienestar si estos años varios han privilegiado el lucro como criterio principal para determinar sus contenidos? Porque si de verdad les interesara el derecho a la información tendrían que estar haciendo muchas otras cosas. Por ejemplo, revisar el tipo de noticieros cargados de crónica roja y espectáculos que producen. O reconocer que un programa dominical no alcanza para discutir temas centrales en la agenda pública. Carecemos de espacios de conversación política, donde gobierno, oposición, funcionarios, entre otros, puedan ser entrevistados sobre problemas que nos afectan. Los programas dominicales se centran en denuncias y escándalos, no son adecuados ni suficientes para transmitir otro tipo de información. ¿No hay acaso responsabilidad, por ejemplo, de contar con espacios para conocer con mayor detalle a los hoy desconocidos candidatos municipales? ¿O para informarse más sobre casos que afectan la política nacional? Quienes tenemos cable podemos seguir con mucho mayor cuidado un caso de corrupción complejo como el de los cuellos blancos del Puerto del Callao, con entrevistas largas e informadas a sus protagonistas. El resto de la población no tiene esa posibilidad. Por la publicidad estatal les pagan, en cambio producir información más plural y de mejor calidad les cuesta. Mostraría un compromiso real con la información, el buen uso de las frecuencias concedidas y su apuesta por valores democráticos. Paradójicamente, la ausencia de este tipo de información ya ha deslegitimado a estos medios entre una parte de la población. Si solo recuerdan su función pública cuando están amenazados, su posición principista se debilita. Invocar principios solo cuando nos favorecen es la mejor manera de diluirlos. La Ley Mulder es un sinsentido y debe ser repelida. Pero aprovechemos la renacida preocupación democrática de los medios para recordarles sus obligaciones y carencias. La moraleja que espero les quede es que si le clavas al público a toda hora novelas, programas de chismes, y noticieros basados en cámaras de seguridad, te quedas sin legitimidad para pelear por principios. Principios que son su mejor defensa si deben enfrentar en el futuro los embates de políticos que busquen controlarlos.