"En verdad nos pasamos los años denunciando la corrupción, condenándola y persiguiéndola, pero solo la conocemos por sus signos exteriores".,Con miles de audios haciendo cola para sonar en público, del pobre funcionario César Hinostroza no va a quedar casi nada. Los destapes de estos días ya lo presentan como revendedor de boletos, y en otro picándole un teléfono celular a una aparente clienta de los tribunales. Evidentemente ya estamos en el territorio de la menor cuantía. ¿Quiere decir que las grandes irregularidades ya pasaron y que los filtradores han empezado a raspar el fondo de la olla, donde solo encuentran mordiscos al paso? No necesariamente. Parte del encanto en la entrada de los audios en escena es su impredictibilidad, la idea de que la mayor de las sorpresas no ha llegado todavía. Pero estas pillerías menores tienen su interés, pues definen una picaresca que funciona como telón de fondo para temas mayores. Por ejemplo, la frecuente aparición de las botellas de whisky Johnnie Walker etiqueta azul (que Alejandro Toledo lanzó a la fama y que cuesta unos mil soles) como moneda de intercambio para elusivas transacciones resulta sintomática. La entrada al Mundial de fútbol, el celular de alta gama, el licor más caro de las estanterías, aquí hay un gusto por las cosas caras del consumo moderno, que un funcionario público rara vez se puede permitir. La difundida corrupción cada vez más está dando la impresión de tener un piso cultural común, una parecida manera de ubicarse ante los valores convencionales, un estilo identificable. Ha habido intentos de definir ese piso, pero no hay antropólogo (o psicólogo, o sociólogo) que haya dado realmente en el clavo. El tema sigue siendo monopolizado por lo policial o lo legal. El juez Hinostroza de los dos ejemplos que damos no aparece como el planificador de un enriquecimiento en serio, sino más bien como alguien que desarrolla una plácida vida de ventajista allí donde la ocasión se presenta. Evidentemente es un infractor aspiracional con poca, si acaso alguna, conciencia de los alcances legales de lo que está haciendo. En verdad nos pasamos los años denunciando la corrupción, condenándola y persiguiéndola, pero solo la conocemos por sus signos exteriores. Quizás esta abundancia de audios sobre la intimidad de los infractores es una mina de oro para comprender el problema desde aspectos más profundos y útiles.