Reactivación, obra pública, sin reforma y evitar conflicto.,Aunque el presidente Martín Vizcarra pidió que recién evalúen su gestión a los seis meses, los primeros cien días que se cumplen mañana también constituyen un momento para plantear si ya es posible definir, con algo más de certeza, a partir de lo que ha hecho –y no ha hecho– hasta ahora, a dónde va su presidencia y qué riesgo corre. “¿Cien días? Por lo menos dennos seis meses para que se comience a notar el cambio del ritmo de trabajo. Somos conscientes de los problemas con la seguridad y vamos a trabajar con mucho esfuerzo para corregirlo, pero no nos pueden pedir resultados en un mes”, dijo a inicios de mayo. En realidad, a un jefe de estado la gente lo evalúa todos los días, lo cual se registra en las encuestas de opinión pública regulares, y las de hace tres semanas coincidieron en que, en ese plano, no le está yendo bien al presidente Vizcarra. Pasó sus primeros dos meses en Palacio –viajando por el Perú, más bien– en un proceso de aterrizaje en el cargo en el que se percibió un temor muy grande por no incomodar en lo más mínimo a Keiko Fujimori. Su bancada de FP lo apapachó con entusiasmo desbordado, pero sin dejar de hacer notar que era un abrazo del oso condicionado a que Vizcarra nunca olvidara quién lo había puesto de presidente y, sobre todo, para qué. En el camino, sin embargo, entrando al tercer mes, el presidente Vizcarra planteó dos discrepancias relevantes con FP –la supervisión de las cooperativas por parte de la SBS y la ley sobre publicidad estatal– que han enfriado un poco su relación con FP. Ahí agarra la historia a Vizcarra en sus primeros cien días, empezando a tender puentes con otras bancadas. Por lo ocurrido en este lapso, se puede prever que el gobierno apuesta por reactivar la economía –que está ocurriendo– y acelerar la inversión pública. “En estos tres años se harán más obras importantes que en muchos gobiernos completos de cinco años”, dijo Vizcarra anteayer. Eso pasa por hacer un gobierno que haga obra, que no haga mucho ruido político y sin mucho ánimo reformador, para lo cual no cuenta con la fuerza suficiente. La de Vizcarra es, sin duda, una presidencia débil y con poco respaldo, lo cual es un gran obstáculo para cualquier espíritu reformador que, además, no asoma en el gobierno. Trata, además, de evitar el conflicto político, y apuesta seguramente a que, a diferencia de Pedro Pablo Kuczynski, a FP no le conviene (todavía) bajárselo, por lo que algún espacio tiene para avanzar.