Basta ya de que el gobierno pretenda imponer impuestos contrayendo el consumo popular mientras que para las grandes empresas da todo tipo de exoneraciones.,La reciente encuesta de Ipsos muestra un gobierno cuyo respaldo se evapora con gran velocidad. La aprobación de presidente Martín Vizcarra ha caído en un mes de 52% a 37% y en el mismo periodo su desaprobación se ha elevado de 24% a 48%. Vizcarra no tiene una apacible luna de miel por los primeros 100 días y llega al tercer mes en una situación bastante peor de la de sus predecesores, pues en el mismo periodo PPK retenía 55% de respaldo y Ollanta Humala 62%. Aparte de los deslices cometidos por apresuramiento o inexperiencia, no hay en las actitudes del presidente algo que lo haga especialmente antipático. Por el contrario, Vizcarra ha optado por mantener un perfil de sencillez y accesibilidad y ocupa buena parte su tiempo en viajar al interior para reunirse con autoridades regionales y municipales. El problema entre él y el país no es personal sino político. Finalmente llegó el momento de decir basta a la política de cargar las dificultades económicas del país sobre las espaldas del pueblo mientras se otorga todas las gollerías imaginables a los grandes empresarios y las corporaciones multinacionales. Basta ya de que el gobierno pretenda imponer impuestos contrayendo el consumo popular mientras que para las grandes empresas da todo tipo de exoneraciones, estas mantienen una deuda tributaria con el Estado de 16,000 millo 16,000 millones de soles, cada año se devuelve miles de millones a las grandes empresas mineras y el país pierde más de 60,000 millones anuales por evasión y elusión tributaria. Se vive un desembalse de conflictos sociales acumulados, con movilizaciones por todo el país con demandas en un clima de creciente exasperación alimentada por la indignación ante los intentos del gobierno de hacer caja fiscal contrayendo el consumo popular. Los sectores de salud, justicia y educación están movilizados y la posibilidad de una huelga magisterial que supere a la del año pasado está a la vuelta de la esquina. Todo se da en un escenario político en que Keiko Fujimori reafirma su hegemonía. Aunque su popularidad se ha ido en picada en los últimos seis meses como consecuencia de los conflictos dinásticos el interior de la familia Fujimori, ella ha dado un importante paso en el control de los daños. La emboscada que le armaron a Kenji a través del congresista Mamaní funcionó de maravilla y éste se hizo el harakiri al estilo clásico, cuando fue filmado intentando comprar votos congresales para evitar la vacancia de PPK con la cooperación de sus auxiliares. La reacción de Kenjí ante su suspensión en el parlamento: “Felicitaciones Keiko, allí tienes mi cabeza en bandeja” condensa bien la esencia de lo sucedido. Keiko demuestra una vez más su indiferencia ante que no le interesan para nada los lazos familiares cuando sus parientes. aún los más cercanos, interfieren en su camino al poder. Es de recordar que, lejos de solidarizarse con la madre maltratada, torturada y repudiada por su padre, ella se apresuró a hacerla a un lado para ocupar el cargo que ostentaba de Primera Dama, y esto a los 19 años de edad. Luego, cuando su padre estuvo preso por ladrón y asesino ella decidió que su liberación podría perjudicar sus posibilidades de llegar al poder por la vía electoral y decidió que permaneciera en la cárcel; saboteó entonces las conversaciones entabladas con Ollanta Humala para que se le otorgara un indulto o el arresto domiciliario. Producido el cambio de gobierno, bloqueó los intentos de PPK de negociar el indulto, y, cuando supo que éste se preparaba para otorgarlo de todas maneras, utilizó su mayoría parlamentaria para intentar vacarlo en diciembre, lo que precipitó la ruptura con Kenji, y, una vez que PPK liberó a su padre, manifestó su alegría de dientes para afuera, dejando constancia de su desagrado por “la forma” en que se le había otorgado la libertad. Sus Se entiende entonces la absoluta ausencia de empatía y afecto fraternal en su enfrentamiento con Kenji. Éste no sólo contrarió su voluntad para lograr la liberación de su padre sino intentó reconstituir un espacio político para el retorno de su padre y de la vieja guardia fujimorista al manejo partidario. Por su parte Keiko explícitó su voluntad de convertir la organización fundada por su padre en un aparato político propio. Con la expulsión de Kenji de Fuerza Popular y con su suspensión en el Parlamento lo ha conseguido: Fuerza Popular es definitivamente el partido de Keiko Fujimori. El aplastamiento de Kenji es adicionalmente una excelente advertencia para quienes pudieran haber sentido la tentación de apartarse de Fuerza Popular.