El “generalísimo” echa mano de lo que sea para lograr sus viles objetivos. Miente, insulta, agrede, arma celadas y elucubra teorías que rayan con la alucinación. Donayre, no es conocido precisamente por sus méritos castrenses, personales o parlamentarios, sino por emitir numerosas y desafortunadas expresiones. ,El congresista Edwin Donayre encarna todo lo que está mal en nuestra sociedad. Homofóbico, machista, misógino, xenófobo, racista, negacionista y cobarde, vomita -cada que le dan tribuna- mensajes violentos y cargados de odio que algunos, de igual calaña, intentan burdamente calificar como libertad de opinión o expresión. El “generalísimo” echa mano de lo que sea para lograr sus viles objetivos. Miente, insulta, agrede, arma celadas y elucubra teorías que rayan con la alucinación. Donayre, no es conocido precisamente por sus méritos castrenses, personales o parlamentarios, sino por emitir numerosas y desafortunadas expresiones. Basta recordar cuando, siendo comandante general del ejército, afirmó “chileno que entra ya no sale, y si sale, saldrá en cajón”. O cuando en un mitin del grupo conservador #ConMisHijosNoTeMetas dijo, en referencia al expresidente Kuczynski, “y a este señor que está en Palacio de Gobierno, quién está detrás, Satanás, y por eso nos va a agarrar por atrás”. O aquella vez que le dijo a la entonces ministra de Salud, Patricia García, “Señora, ¿no? Bueno, señorita, muy bien. Sí porque las vírgenes han pasado muchas navidades, pero ninguna noche buena”. Y estas son, apenas, pequeñas muestras de sus desatinos. Digamos que hasta hace unos días las impertinencias de Donayre podrían haberse considerado solo eso. Impertinencias que algunos celebraban sin disimulo con carcajadas y otros preferíamos ignorar por tratarse de un sujeto carente de seriedad y credibilidad. El problema con esto último, creo yo, es que al ignorarlo y no visibilizarlo permitimos que su discurso discriminador avance y cale entre los más despistados y poco informados. Donayre, debe sentirse empoderado y seguro para pasar de ser un payaso a convertirse en el tonto útil de un sector político que intenta borrar la historia y reescribirla a su antojo, y conveniencia. El general, asiduo visitante de los set de televisión como comentarista durante las fiestas patrias, se convirtió en un difamador si es que no ha incurrido en otros delitos por los que espero, sinceramente, sea juzgado.