¿Creen acaso que los estudiantes de la San Marcos no agotaron las vías posibles antes de tomar la universidad? ¿No es responsable el rector, incapaz de sentarse a conversar y buscar una salida a través del dialogo? Quienes aplauden el uso desmedido de la fuerza policial, ¿se han detenido a pensar siquiera un minuto cuál es el fondo de los reclamos de los jóvenes? Qué fácil es criticar y demandar castigo desde las redes sociales, detrás de un escritorio o desde un set de televisión.,Desacreditar las protestas juveniles es una vieja práctica. Desde las marchas que enfrentaron a la dictadura fujimorista es común que se descalifique los reclamos, luchas y formas de los jóvenes a quienes sin reparos llaman vagos, vándalos, extremistas y, peor aún, terroristas, reclamando hasta cárcel para ellos. Pasó en los 90 y cuando tomaron las calles contra la “Ley Pulpín” o la llamada repartija. Ocurrió hace poco cuando marcharon contra el indulto ilegal. En un mundo ideal sería suficiente presentar un documento de protesta o reclamar -banderitas blancas en mano- en una plaza pública para lograr, siquiera, la atención a nuestros reclamos pero, la realidad es otra. La frustración por no ser escuchados, las mentiras, el desinterés, la burla, el engaño, la indiferencia y la injusticia llevan, la mayoría de las veces, a medidas extremas como única forma de hacernos visibles y eso, no es culpa de quienes reclaman. La responsabilidad es de las autoridades incapaces de oír, dialogar y resolver demandas postergadas largamente. ¿Creen acaso que los estudiantes de la San Marcos no agotaron las vías posibles antes de tomar la universidad? ¿No es responsable el rector, incapaz de sentarse a conversar y buscar una salida a través del dialogo? Quienes aplauden el uso desmedido de la fuerza policial, ¿se han detenido a pensar siquiera un minuto cuál es el fondo de los reclamos de los jóvenes? Qué fácil es criticar y demandar castigo desde las redes sociales, detrás de un escritorio o desde un set de televisión. Todos queremos evitar el uso de la violencia, la toma de locales o de calles y el congestionamiento vehicular que ocasionan las protestas pero no somos capaces de pasar de la incomodidad y la crítica al entendimiento de lo que padecen otros con menos privilegios. Qué hipócrita que nos indigne la toma de una universidad por razones que no nos interesa conocer ni entender pero no nos mueva un pelo la corrupción que campea, que los congresistas falsifiquen documentos, sean plagiadores o tengan vínculos con el narcotráfico. Así estamos.