La comisión parlamentaria Lava Jato resulta siendo un mar de intereses en conflicto, pues ahora es imposible determinar quién investiga a quién.,El partido antes que el país, esa es la máxima que se esconde detrás de la moralina que exudan nuestros parlamentarios más mediatizados. Los escuchamos vociferar defendiendo a los líderes cuyos intereses personalísimos representan, pero, al mismo tiempo, atacan al adversario por la paja que solo ven en el ojo ajeno y que es la misma que tienen en el propio. Todo depende del cristal con que se mire y lo sensato es mirar con varios cristales, no solo con el de uno. Nuestra clase política nos arrastra a creer que solo es imparcial aquello que se acomoda a nuestras preferencias. Vemos, por ejemplo, cómo parlamentarios y seguidores de Fuerza Popular reclaman neutralidad a los fiscales porque sienten que son los únicos que han sido allanados en las diligencias de la investigación, a pesar de que los dichos de Barata alcanzan a todos. Lo que omiten de una manera grosera es que, prácticamente por las mismas imputaciones y con el mismo riesgo de fuga, ya hay dos personas presas que piensan exactamente lo mismo que ellos, pero al revés. En este contexto, la comisión parlamentaria Lava Jato resulta siendo un mar de intereses en conflicto, pues ahora es imposible determinar quién investiga a quién. La hipocresía más notable, sin embargo, es otra: no haber aprobado, en la reciente reforma electoral, sanciones penales para los aportes ilegales en campaña, que es justamente lo que hoy nos está reventando en la cara. Las sanciones por recibir dinero prohibido siguen siendo solo multas pecuniarias, lo mismo en el caso de no reportar las finanzas a la ONPE. Lo más descarado de este fariseísmo de parque es que la mayoría parlamentaria, que ahora proclama luchar contra la corrupción, es la misma que, con sus aliados, exoneró a los partidos políticos de presentar las cuentas durante el proceso electoral y dejó esa tarea para después, así, los que votamos no nos enteramos de sus cutras. Entonces, ¿de qué estamos hablando?