¿Usted se opondría a que un hombre en estado vegetativo obtenga un indulto humanitario a pesar de sus graves crímenes? No lo creo. No creo que una persona bondadosa, magnánima, reconciliadora, pueda ser tan salvaje de oponerse a un pedido de cuidados paliativos con un mínimo respeto a los últimos días de un ser humano. ¿Usted le diría que no a un joven tuberculoso que agoniza en un penal con una condena de dos años? Lo dudo mucho. ¿Quién puede oponerse? Eso es fácil de decir, pero la realidad es otra. Monseñor Norberto Strotmann, Obispo de Chosica y Lurigancho, puede contarles la larga lista de reos que murieron en cárcel esperando un mínimo de humanidad que nunca llegó. Años de pastoral en cárceles pueden dar cuenta de cuántas veces ha administrado el sacramento de la extremaunción en condiciones carcelarias dignas de una cloaca. Así que rompamos el primer mito. No es verdad que los indultos humanitarios se los dan a todos los que cumplen los requisitos. Ni siquiera para ellos ha existido o existe celeridad o seguridad de obtenerlo. El indulto es siempre discrecional y si el Presidente no lo quiere, no lo otorga. De hecho, Kuczynski no lo ha otorgado en los dos casos reales del primer párrafo. Alberto Fujimori Fujimori no ha recibido un indulto y derecho de gracia humanitario. Los papeles pueden decir eso –pueden decir cualquier cosa– pero cualquier reo enfermo de verdad a la espera lenta de su muerte sabe que no es así. Fujimori ha recibido un indulto negociado en 13 días a cambio de unos pocos votos para salvar a Kuczynski de la inminencia de su propia vacancia. Ese indulto, disfrazado de humanitario, es un indulto común porque no hay ni enfermedad mental, ni enfermedad terminal, ni enfermedad degenerativa agravada por las condiciones carcelarias. Y el indulto común está vedado para Fujimori tanto por la ley peruana (que prohíbe el indulto por secuestro agravado) como por los casos La Cantuta y Barrios Altos ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Terminemos pues con el segundo mito. Fujimori, el reo, ha recibido un indulto político, negociado entre el gobierno y su hijo Kenji, al margen de la ley peruana. Esa es la única verdad. Una verdad que está siendo silenciada de modo tan burdo, que ha causado una reacción previsible. El país puede perdonar sin problemas a un reo enfermo, incluso a uno no tan enfermo, pero ¿que te agarren de idiota? ¿Que te cuenten el cuentazo de la reconciliación cuando no hay más que un “toma y daca” en medio de las broncas de una familia disfuncional que en lugar de ir a terapia familiar usa la política nacional como su campo de batalla? Eso es inaceptable. De ahí la indignación de millones de peruanos. Las pruebas de la negociación se hacen evidentes en la línea del tiempo de los procesos de indulto y vacancia, la actuación de los personajes que rodean las tratativas y las reacciones posteriores al anuncio del indulto. Si el gobierno está tan orgulloso de sus actos, ¿por qué todos los Ministros que no han renunciado están mudos? “Los indultos no se ven en mi sector” es una excusa tan mala, que ya da hasta pena por ridícula. Las vacancias tampoco se ven en tu sector, Ministro, Ministra o congresista. Los que sabían son cómplices y los que fueron sorprendidos y avalan, también. Su mudez habla por ellos. Sin embargo, hay una razón para el silencio. Si hablan, si cuentan lo que de verdad sabemos que pasó, se hará más evidente –de lo que ya es– el pacto político que invalida el indulto. El tercer mito es que aquí no hubo engaño. Decir que Kuczynski siempre estuvo a favor del indulto es una verdad a medias y esa es la peor de las mentiras. Mercedes Aráoz engañó a Marisa Glave, a la bancada de Nuevo Perú –y a todo el país– el jueves 21 diciendo que no había trámite alguno de indulto. Con eso obtuvo la abstención de sus 9 miembros y salvó la vacancia. Si Aráoz fue engañada por el Ministro de Justicia, ¿por qué no lo despide? El Vice Ministro conocía la solicitud desde el lunes 18. ¿No sabía nada el Ministro? Si fuese así, ¿por qué no despide a su Vice Ministro? Porque todos eran parte operativa de esta trafa. Por eso aparecen juntitos ante la prensa. Ninguno ha renunciado. Y el último mito que quiere creer el Presidente es que “aquí no va a pasar nada”. “Es fin de año, ¿quién va a protestar?”. El rugido de la calle ya lo está oyendo y lo seguirá oyendo, no sólo en Lima. “El 70% de los peruanos quiere el indulto”, le aseguraron pero ¿de esta forma? Eso no lo preguntaron porque ese escenario no existía. “Esto lo van a aceptar internacionalmente”. ¿SÍ? Internacionalmente lo que somos como país hoy es una vergüenza. “Nadie va a renunciar”, dijeron otros, pero los mejores, los que tienen sentido del honor, ya se fueron. “Keiko va a tener que pactar contigo”. “Ahora sí, tu gobierno es un sólido cogobierno”. No, no es un chiste. Cuando el Presidente despierte el dinosaurio seguirá ahí, salvo que esta vez estará completamente solo y listo para ser devorado.