Luiz Carlos Reátegui del Águila Político y escritor Pedro Pablo Kuczynski no hizo otra cosa más que actuar como el banquero y lobista de toda la vida, algo que todos lo sabíamos, es cierto y, por ese lado, no hay por qué sorprenderse, pero jamás nos imaginamos que lo haría de forma tan grosera y frívola teniendo sobre sí la investidura presidencial y la confianza empeñada del 50.12% de los peruanos que no votaron por él, sino en contra del fujimorismo. PPK ha reivindicado al que es considerado el séptimo gobierno más corrupto en la historia del mundo, pues Alberto Fujimori se allanó a las acusaciones de corrupción, además de la sentencia por homicidio calificado que sí es considerada como lesa humanidad toda vez que se trató de un accionar paramilitar como política de Estado. Al parecer 6 mil millones de soles y las víctimas es moco de pavo para Kuczynski que ha liberado al dictador con un indulto viciado en el que, para peor, también se le concede la gracia para el caso Pativilca y que no corresponde ya que recién se encontraba en la etapa oral y no en instrucción para acogerse a la gracia como manda la Ley. Y más irregularidades, en donde por lo menos uno de los miembros de la junta de médicos fue juez y parte, en donde a todas luces es evidente que no estamos frente a una enfermedad terminal y mucho menos un desahuciado. Aún es una incertidumbre saber el impacto social real que tendrá, pero al margen de eso, se debe llegar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en una audiencia de sesión de cumplimento para determinar las irregularidades y constatar que no se han respetado ni siquiera los propios reglamentos internos y así crear un precedente que disponga revocar el indulto viciado. Si se ha hecho antes con las amnistías, también podría hacerse con el indulto. El único activo que le quedaba a PPK era el antifujimorismo y lo ha perdido para siempre. Desde Tumbes hasta Tacna se escuchará: ¡PPK y Fujimori nunca más!