Querido Mirko: Hemos pasado del capitalismo salvaje, que se llevaba las materias primas de América Latina y financiaba dictadores corruptos, a un capitalismo antropófago, que en lugar de financiar golpes corrompe a líderes, funcionarios y partidos para que nuestros miserables países rindan su mayor bien, su futuro. Les ha bastado dar dinero a las campañas políticas de algunos dirigentes populares para comprometerlos y, si es posible, eliminar el horizonte de una democracia social. Por lo visto ni siquiera un gobierno liberal les es suficiente y buscan, ahora, desbancar a un presidente peruano y elegido, quien no tenía ninguna necesidad del cargo después de una brillante carrera académica y demostrado su capacidad, algo deportiva, de apostar y ganar en Wall Street. Brasil, lamento recordar, fue definido por Levi Strauss como el país que entre una tribu y una carretera, eligió la carretera. Hasta Lula interfirió con los nuevos planes de darle la vuelta al globo con su carretera continental. Me resultó sospechoso que hubiesen intentado comprometer el futuro político de los Humala, pero resulta del todo escandaloso que quieran comprometer el pasado del presidente Kuczynski. Una vez me encontré con él en el aeropuerto de Santiago de Chile. Mientras esperaba por su valija lo vi absorto y feliz en su celular. Sigues trabajando mientras llega tu maleta, le dije, deportivamente. Escuché su risa de chairperson de vacaciones, y respondió: ¡Acabo de hablar con mi broker, hemos movido unas acciones, y he hecho 50 mil en cinco minutos!, dijo, con entusiasmo. El entusiasmo le venía muy bien. Nos dicen los tribunos de la nueva fe que América Latina tiene mejores índices de consumo, que en cada familia hay un televisor, y que millones esperan a las puertas de la clase media. Pero, repito yo, América Latina nunca ha sido más capitalista y más infeliz. Hace un mes, en Buenos Aires, un chofer de taxi me dijo: “¿Ha visto Ud. que las calles están casi vacías? Es porque las cárceles están llenas”, añadió, filosóficamente. En efecto, deduje, el populismo corrompe y la justicia hace las cuentas. Pero cuando el híper capitalismo corrompe, las cárceles se vuelven el centro del sistema. Quizá Pedro Pablo debió soltar al Chino a tiempo, para que lo dejen trabajar con bonhomía, y la cárcel no se convierta en la plaza pública del liberalismo con buena conciencia. Julio