¿Podemos soñar con ser un mejor país? Como esos donde la gente vive feliz y los políticos no roban. Sabes, yo sigo soñando con eso. Esas fueron las palabras de un compañero de trabajo después de seguir el debate en el Congreso para admitir la moción de censura contra el aún presidente Pedro Pablo Kuczynski. La verdad, aunque me pareció un tanto ingenuo, me conmovió porque pude percibir su decepción pero al mismo tiempo un halo de esperanza. Yo, por lo contrario, aunque quisiera ser optimista me siento invadida por el desánimo. Mi oficina es la única donde hay un televisor así que suele ser un lugar de reuniones espontáneas para ponernos al día con los temas importantes y hasta improvisar breves debates. El fútbol ha sido el tema más recurrente pero en los últimos días la vertiginosa y escandalosa evolución del caso Odebrecht nos ha mantenido expectantes. Pasamos de la indignación al pesimismo con cada destape y escándalo. Las palabras que hemos usado para describir la situación han sido: sinvergüenzas, pelotudos, nos creen idiotas, ladrones, corruptos, nos quieren agarrar de cojudos. Expresiones usadas para describir a todos, sin excepción. La decepción es generalizada, la rabia también. En la oficina el mayor temor era uno. Si se adelantan las elecciones, ¿por quién vamos a votar? Surgieron algunos nombres, cada uno peor que el otro. Ni apristas, ni fujimoristas, ni de derecha o izquierda, decían todos. ¿Un independiente? Mencionaron algunos. ¿Pero cuál? Respondían otros. De pronto surgió el miedo por la aparición de algún caudillo improvisado o de discurso extremista pero efectivo ante el vacío político, la desmoralización y el abandono. Casi nadie pensó en la posibilidad de que el gobierno continúe con alguno de los vicepresidentes. “No los dejarán”, concluimos. El panorama es de terror, coincidimos todos. Nos hemos quedado sin líderes ni referentes solo los fanáticos e inmorales pueden seguir defendiendo a quienes nos han mentido y robado. Lo decente ahora es exigir que todos respondan por sus actos. Eso sí, respetando el debido proceso para no parecernos a ellos.