Keiko Fujimori se está viendo obligada a ejercer un poder desgastante, algo que tendrá consecuencias. La bancada de Fuerza Popular se ha convertido de pronto en una máquina de bloquear instituciones que le resultan peligrosas. Con lo cual han aparecido en la escena política nuevos enemigos de FP, ninguno de ellos realmente pequeño. La jefa de FP está entre varios escenarios. Uno es hacer de la derrota del 2016 una victoria de facto. Otro es alinear los astros para una victoria en el 2021. Luego está mantener junta una mayoría parlamentaria sin real cohesión ideológica. A esto se suman problemas como el caso Joaquín Ramírez, los soplos de Marcelo Odebrecht, o el activismo de Kenji Fujimori. En verdad está navegando estas movidas aguas con cierta eficacia, en parte practicando un espléndido aislamiento, y en parte con respuestas furibundas. Las insólitas acusaciones al Fiscal de la Nación y a los cuatro miembros del Tribunal Constitucional están realmente a su servicio. FP es una corporación que se mueve coordinadamente. Parte de la eficacia se percibe en que no hayan surgido voces discordantes en su partido. Esto a pesar de que quienes guardan silencio hoy pueden pagar las consecuencias de ello mañana. Esto vale sobre todo para quienes han sido figuras importantes en la campaña, y se verían afectados si las declaraciones de Marcelo Odebrecht se llegan a confirmar. ¿Podrá salvarse la jefa de FP? Habría que definir primero qué significa salvarse en estos días. Ciertamente quiere decir evitar el tipo de carcelería que hoy padece el matrimonio Humala-Heredia. No se sabe si salvarse también quiere decir librar la imagen pública del contagio de las acusaciones brasileñas. Lo primero es probable. Lo segundo difícil. A estas alturas es más o menos obvio que su suerte está amarrada con la de los demás políticos prominentes cuyas campañas han sido sindicadas como recipientes de fondos de Odebrecht. El sentido común sugiere que se acerca el momento de llegar a algún tipo de acuerdo con esos otros políticos. Salvo que se juegue a mantener su negacionismo hasta el final. Quienes plantean que FP y su jefa están con miedo, que por eso reaccionan como lo vienen haciendo, tienen razón. Pero eso no significa que les falten márgenes de acción. Las bravatas de FP no llevan a ninguna parte, y el peso de su mayoría es limitado, pero el partido tiene tres años y medio por delante para trazar y recorrer una estrategia.