La clasificación del Perú al mundial de fútbol de Rusia.,Esta clasificación a un mundial, tan esperada –nada menos que tres décadas y media– como inesperada –pues hace solo nueve meses esta selección estaba liquidada–, constituye la culminación de un esfuerzo valioso y significativo que debiera ser el inicio de una etapa nueva en el fútbol peruano, y que deja lecciones no solo para este deporte sino para muchos otros ámbitos del país, incluyendo, por cierto, al de la dirigencia política nacional. El principal es la importancia obvia, pero casi siempre olvidada, de tener objetivos claros y la perseverancia de mantener la estrategia cuando las cosas salen mal –que fue lo que ocurrió durante la mayor parte del torneo–, y la humildad para encarar los triunfos que recién empezaron a llegar en el tramo final. Hasta marzo, el panorama era sombrío, en medio de las derrotas, la escasez de puntos, y la abundancia de críticas e improperios de algunos bocones con micrófono y cámara. La respuesta del entrenador argentino Ricardo Gareca fue siempre la misma: solicitar el apoyo de la gente a cambio de, como ofreció Churchill tras reemplazar a Chamberlain como primer ministro en medio de la guerra, ‘sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor’ para lograr lo que todavía dependía ‘de nosotros mismos’. Y Gareca recibió siempre el apoyo de una dirigencia en la que Edwin Oviedo fue un gran capitán con Juan Carlos Oblitas en lo futbolístico y Juan Matute en lo gerencial, al frente de un estupendo equipo que ha logrado perfilar el fútbol peruano con una visión de futuro con el ‘plan centenario’. Pero los largos plazos se construyen y fortalecen de pequeños cortos plazos, y eso implica ganar, aunque sea de vez en cuando. En marzo la misión se veía casi imposible pues requería derrotar a Uruguay, Bolivia y Ecuador –en Quito–, empatar en Buenos Aires con Argentina y sacar un milagro con Colombia. Algo complejo y hasta frustrante para una afición harta de seguir la ‘eliminatoria –porque ‘clasificatoria’ dejó de ser hace mucho tiempo–, matemáticamente, con calculadora en mano. En medio de la adversidad, en un torneo accidentado, con bajas inesperadas –como la del gran Paolo Guerrero al final–, se perseveró y consiguió la ansiada clasificación gracias a que, más allá de individualidades, Gareca construyó un equipo, con estrategia, cohesión y visión, que nos dio la ilusión de derrotar a lo que parecía nuestro destino inexorable. Que venga el festejo tan merecido, pero que sea breve pues el trabajo pendiente es enorme e ilusionante.