Hace unas semanas apareció en las redes un grupo cerrado, anónimo y no mixto de mujeres, en especial escritoras, que se ha hecho llamar Comando Plath y que ya tiene 700 integrantes. Su primera acción fue parir un cadáver exquisito –un poema– collage construido con versos de orígenes diversos. Los versos eran puro realismo sucio, más salvajes que líricos, no acariciaban, raspaban. Algún despistado dijo que eso no era poesía. Los versos en realidad eran frases que habían sido extraídas de la vida diaria de un grupo de escritoras, en concreto palabras que iban del estereotipo a la ridiculización y a la violencia brutal en dos pasos, insultos sexistas y racistas, desprecio, acoso, ninguneo. Pero había algo que le daba una nitidez sorpresiva a estos mensajes, una nitidez color sangre y es el hecho de que hubieran sido lanzados en contextos supuestamente ilustrados, que emergieran de las bocas furiosas de algunos escritores y sensibles poetas: “No me hables de tus poemas, háblame de ti, baby/escribes bien para ser mujer/serías mejor poeta con un poco menos de ropa/No te hagas, dime con quién tiraste para estar acá/pareces más tonta en tus poemas/Ya vienen las poetas mujeres a hablar de sus orgasmos//pobre india escribiendo cojudeces para llamar la atención/¿Por qué si eres tan dulce tienes que pensar tanto?”. Se sabe que varios señores han intentado infiltrase en el grupo. Se dice que viven con miedo a aparecer en el próximo post. ¿Realmente la acción, la reflexión, la crítica, el espejo a la altura de la cara asusta tanto? A pesar del poema asqueroso de Bukowski que llevan recitándoles en el oído desde niñas, a pesar de que saben que podrían convertirse en un cadáver exquisito, ellas persisten. Las siguen llamando feminazis, “policías de la moral”, solo porque a diferencia de quienes no tienen tiempo para pensar si algo es o no es feminista, ellas dedican la jornada completa a intentar que quizá algún día este mundo sea un poquito menos machista. Todas somos Comando Plath