Crecí en una familia con tres hermanos mayores. Nací después de diez años y soy la única mujer. Mi niñez consistió, entre otras cosas, en escuchar hard rock, en jugar con soldaditos –esos que venían en bolsas por montones–, ver Fórmula 1, la WWF (ahora WWE) y los partidos de Universitario de Deportes. Desde que entré al nido sentía que nadie me entendía, que quizás era diferente. De hecho, todavía recuerdo a mi primer amor platónico: Alex Rossi, delantero de la U cuando yo tenía 6 años. Crecí y mi vida se llenó de otras cosas, otros intereses, empecé a conocer el mundo fuera de mi familia. Ya no solo me gustaban el metal y el rock, descubrí otros géneros. Le dediqué tiempo a la lectura, en un momento al básquetbol, a aprender idiomas, a otros pasatiempos. A pesar de ello, hasta el día de hoy, siempre me emociono cuando veo partidos de fútbol. Quizás sea una de las cosas que más se me quedaron de chica, la emoción de alentar a un equipo con mi familia y, ahora, con mis amigos. El fútbol no se trata de cuánto sabes de equipos o de sus historias. Una persona no es más hincha que otra porque vio más partidos que tú… al menos yo creo que una pasión no se puede medir de esa manera. Sin embargo, como toda pasión –que además mueve masas–, es siempre algo peligrosa y hay que tener cuidado. Más o menos como cuando uno se enamora, ¿no? Se debe evitar siempre perder la perspectiva de las cosas, evitar la idealización y tener firme el suelo en el que pisamos. Mañana juega Perú y quizás sea raro que escriba de esta manera mi columna, pero es que, como muchos, estoy preocupada. No preocupada por si Perú gana y clasifica al mundial, porque sé que igual estaré –como siempre– con el corazón en la garganta, alentando a la selección, a nuestro equipo que, como pocas cosas, nos mantiene unidos como peruanos gritando a una sola voz por el mismo objetivo. Ando preocupada por nuestra clase política. Por aquellos que aprovechan el escándalo para hacer de las suyas, como lo han venido haciendo estos años. Aprobando compras irregulares casi a la medianoche, firmando resoluciones de madrugada o en días feriados. Temo por mi país, porque alentar a la selección sea lo único que nos una hacia afuera, mientras que por dentro vivimos avergonzados de cómo todo se cae a pedazos. Ojalá Perú gane mañana, pero ojalá también estemos atentos. Ojalá que una buena noticia no se vea empañada por alguna corruptela. Y así como nos unen la esperanza y la preocupación de clasificar, que nos unan también, a todos, las ganas de ser un país mejor.