Una iniciativa de Kenji Fujimori ha puesto la idea del bicameralismo sobre el tapete. ¿Por qué lanza una propuesta que es, bien vista, un asunto bastante especializado? Un tema, además, en el que su padre alguna vez tuvo la posición contraria. Luego hay de por medio un debate largo, de resultados impredecibles. Quizás Kenji Fujimori se ha sacado la propuesta de la manga para demostrar liderazgo y participación en el Congreso, dos méritos que sus críticos de Fuerza Popular le niegan. Con esto acaso obtenga un caballito de batalla de largo plazo, capaz de cruzar fronteras partidarias, pues hay bicameralistas en todas partes. Un efecto que hace simpática la idea de una Cámara de Senadores es que representa más sitio en el Congreso, en especial para los parlamentarios de más edad. Un perfecto lugar de refugio para las cúpulas parlamentarias de hoy. Para ellos la cámara alta (así se le decía) funcionaría incluso como una promoción. Un cálculo más elaborado, mas no por ello descartable, es que Kenji Fujimori también está pensando en el retorno de la cláusula sobre senadurías vitalicias para ex presidentes. Un cargo ideal para un Alberto Fujimori excarcelado, como lugar de reposo, o incluso como trampolín para avanzar proyectos del bicentenario. El principal argumento a favor de un Senado es que dos cámaras piensan mejor que una y neutralizan sus limitaciones. Sobre todo si una de ellas está compuesta de personas algo mayores. Un segundo argumento es que en muchas democracias el sistema funciona, frente a los defectos percibidos en el unicameralismo peruano. Luego está el argumento histórico, apoyado en la calidad atribuida a los senadores de antaño. En verdad también fue un tiempo con diputados de gran calidad. Lo cual apunta a que el cambio, léase la decadencia, de este cuarto de siglo ha sido en la cultura partidaria y en las urnas, más que en la estructura del Congreso. Una mirada al mundo sugiere que cualquiera de las dos estructuras funciona, cuando sus cimientos son los adecuados. Esto hoy significa una reforma partidaria y electoral más exigente frente a la actual coladera de personajes cuestionables y cuestionados que le dan mala fama a la palabra representatividad. Sin ese cambio la cosa será como planteamos en el título.