El fin de este año viene produciendo una suerte de “entusiasmo a pesar de todo”. Sin duda, esto tiene que ver con la inauguración en Chancay y la reunión de APEC en el país. Son varios los argumentos que hemos oído en relación con este sentimiento de bienestar, que, en cierto modo, todavía nos acompaña desde los medios y las redes, en el camino hacia los entusiasmos de Navidad y Año Nuevo.
Se plantea la idea de que nos estamos convirtiendo en un lucrativo eje (hub) internacional, o al menos sudamericano. Esto podría otorgarnos, en un plazo no muy lejano, un nuevo papel en el capitalismo, ubicado más allá de la exportación primaria de la que dependemos. Si Petroperú sigue fracasando, Chancay aparece como la gran inversión extranjera que sí funcionó.
El sentimiento es novedoso. El sistema vial transcontinental de estos años (IIRSA) no produjo nada similar. Tampoco lo hicieron las enormes inversiones mineras ni el auge de las agroexportaciones. Quizás los grandes golpes de suerte comerciales, desde el año 2000 hasta hoy, no entusiasmaron tanto porque no fueron percibidos como modernos, es decir, como prometedores, pese a ser innovadores.
Pero en Chancay hay algo distinto. Ya contábamos con puertos grandes y muy modernos, pero ahora están China y la posibilidad de captar casi toda la carga que parte de Sudamérica hacia el mundo y la que llega a ella. Además, existe la promesa, aún velada, de inversiones chinas más sofisticadas y rentables que las vistas hasta este momento. Por ejemplo, el paso de la minería a la manufactura.
Este entusiasmo que vivimos podría no durar mucho. Sin embargo, aunque el gobierno lo utilice para sus propios fines, parece ser algo valioso para el país en general. Merece ser analizado más allá del brillo de lo internacional, como una actitud que busca imponerse a la penuria en la que tantos peruanos se encuentran. Como una fuente de inspiración.
¿Estamos listos para este entusiasmo, necesariamente transitorio? Si lo comparamos con el que generó el momento de la revolución gastronómica, todo lo que logramos para prolongarlo benefició enormemente a las mayorías nacionales en todo el país. Mucho dependerá de lo que podamos hacer con un “efecto Chancay”, sobre todo en términos de una mayor comprensión de la modernidad en el mundo de hoy.