La clara falta de votos suficientes para vacarla confirma que la presidencia de Dina Boluarte va a durar más de lo que algunos piensan. Pero algunos problemas de su gestión sugieren que va a durar raspando. La presidenta tiene enemigos en todos los puntos del espectro, y la tentación de hacer alianzas para darle un empujón definitivo siempre está presente. También está la fantasía de derrocarla desde el exterior.
Que Boluarte administre el Estado muchísimo mejor que el anterior gobierno es un mérito real, pero finalmente menor en este contexto de catástrofes naturales, funcionarios con su corrupción al desnudo, y enconos políticos varios. No fue la ineptitud total para gestionar lo que tumbó a Pedro Castillo, sino su incapacidad de distinguir entre un político y un ratero, comenzando por él mismo.
La mejor gestión de Boluarte se suma a la difundida idea que su partida precipitada de Palacio no mejoraría las cosas, sino al contrario. Hasta el adelanto de elecciones, antes visto como una solución, ha empezado a ser visto con sospecha. Elecciones en el 2023 se ha vuelto irresponsable, en el 2024, bastante voluntarista.
Así, a los 100 días Boluarte está logrando instalarse en lo transitorio condicional. No es poco logro cuando lleva prendidos al cuello los muertos durante las protestas, que aún no se anima a investigar, y la intensa tirria de una izquierda que al no apoyarla a tiempo la empujó hacia la derecha, y ahora disfraza su lamento de acusación.
¿Cuánto van a pesar las acusaciones sobre cantidad de soles que rodean a Boluarte? Ninguna sugiere una intensidad capaz de arrancharle la presidencia. En el peor de los casos podría encontrarse con esas denuncias una vez en el llano. Pero por el momento todo parece más bien, como ella ha dicho, una serie de movidas lanzadas desde Barbadillo. Mucho más la afecta el tema de las víctimas en la pasada protesta.
Los presidentes dedicados al agit-prop antiperuano por los foros radicales de la región le están haciendo un favor a Boluarte, como encarnación de la nación peruana bajo ataque. En cuanto a Castillo, con esos amigotes cada día parece más un agente extranjero, con abogados de fuera dedicados a promover en torno al Perú una guerra fría latinoamericana.