Tenemos una crisis de confianza en el país y no es de hoy. El descrédito de las principales instituciones se agrava. En parte por los reiterados casos de corrupción, grande y pequeña, que atraviesan a toda la clase política y a todos los niveles de gobierno. Pero también se debe a la acción irresponsable de nuestras autoridades que sin mediar prebendas económicas actúan desde sus trincheras sin importarles el “bien común”. Todos amparándose en errores de otros, caen en el juego del ataque permanente. Es más fácil destruir al enemigo que construir con él o con ella.
La alta polarización en la que estamos muestra también que los consensos que sostenían nuestra convivencia se han debilitado seriamente. Varios de ellos golpeados por el embalse de demandas insatisfechas, imposibles de ser atendidas si se mantiene como está un modelo político y económico que, si bien genera crecimiento, no resuelve las grandes y profundas brechas de desigualdad en el país.
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La elección de Pedro Castillo se da en este contexto. Lo debe recordar el presidente, su equipo de gobierno y el partido por el que postuló. No hay cheques en blanco y cada uno de los errores de gestión (algunos realmente graves) profundiza la desconfianza, sobre todo cuando se trata de designaciones a todas luces inadecuadas, como la de Barranzuela. Por eso, saltar a defender lo indefendible, peor aún chantajear a la primera ministra como ha hecho parte de la bancada de Perú Libre es un error. No están quedando como consecuentes con el pueblo, están quedando como parte del club político de la repartija.
Pero la desconfianza social y la alta polarización que la acompaña deben también ser valoradas por la derecha política. Buscar la sinrazón hará que pierdan de manera acelerada el poco menos de 25% que aún apoya al Congreso. De cada 10 peruanos, al menos 7 no confían en ellos. Resulta más que ilógico que hayan otorgado confianza al gabinete Bellido y pusieran en duda la confianza a Vásquez. Al cierre de este artículo se lograba la confianza por solo 6 votos.
Si el Congreso negaba la confianza, rompía uno de los pocos hilos que quedan para promover una política de gobernabilidad democrática. El presidente Castillo ha incluso debilitado su relación con Perú Libre al apostar por una mujer de izquierda democrática que prueba en cada oportunidad su voluntad de diálogo.
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Lograda la investidura, Castillo y Vásquez tienen una tarea titánica por delante. Se han planteado hasta ahora tres propuestas de cambio real: la segunda reforma agraria, la masificación del gas y la reforma tributaria. Estas propuestas requieren de un proceso de implementación complejo que parte por ganar legitimidad social y también de actores económicos. La tarea no será fácil, menos aún si dentro del equipo de gobierno existen algunos ministros que, como Silva, amenazan con destruir los pocos avances en formalidad que hay en su sector transporte.