
En 2003, un funcionario público de 44 años residente en Marsella, Francia, acudió al médico por una leve debilidad en una pierna. Lo que parecía un trastorno menor reveló una de las anomalías neurológicas más sorprendentes documentadas en la historia de la medicina moderna.
Tras una tomografía cerebral, los médicos descubrieron que su cerebro ocupaba apenas un 10 % del espacio craneal. El resto estaba invadido por líquido cefalorraquídeo. A pesar de esta condición, el paciente llevaba una vida completamente funcional: tenía un empleo estable, estaba casado y era padre de dos hijos.
El paciente había sido diagnosticado con hidrocefalia a los seis meses de edad. Esta enfermedad neurológica, clasificada dentro de las enfermedades y medicamentos relacionados con el sistema nervioso, implica una acumulación anormal de líquido en el cráneo. Para tratarla, los médicos le colocaron una derivación ventriculoauricular, un procedimiento destinado a drenar el exceso de líquido cefalorraquídeo.
Sin embargo, el tratamiento no detuvo el avance del trastorno. Con el paso de las décadas, el líquido volvió a acumularse de forma crónica y silenciosa, reduciendo progresivamente el volumen del cerebro. En 2003, una nueva evaluación por imágenes reveló que la masa cerebral se había comprimido hasta convertirse en una delgada capa adherida al cráneo.
Los estudios mostraron una dilatación extrema de los ventrículos cerebrales, un adelgazamiento de la corteza y la aparición de un quiste en la fosa superior. Los neurólogos del Hospital de la Universidad Mediterránea de Marsella, liderados por el doctor Lionel Feuillet, diagnosticaron hidrocefalia no comunicante, probablemente originada por una obstrucción en el foramen de Magendie, una apertura crucial para la circulación del líquido cefalorraquídeo.
A pesar de contar con solo el 10 % del tejido cerebral funcional, el paciente mantenía su independencia y desarrollaba sus actividades con normalidad. Las pruebas neuropsicológicas indicaron un coeficiente intelectual de 75, ligeramente por debajo del promedio. En detalle:
Aunque estas cifras corresponden a una leve discapacidad intelectual, no limitaban su vida cotidiana ni sus vínculos afectivos o laborales. Su caso ha sido considerado un fenómeno dentro del estudio del cerebro, al mostrar que este órgano puede adaptarse incluso cuando gran parte de su estructura ha desaparecido.
El doctor Feuillet afirmó que el caso transmite “un mensaje de esperanza”, demostrando que el cerebro puede reorganizarse para sobrevivir en condiciones extremas. El informe completo fue publicado en la prestigiosa revista médica The Lancet.
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El caso atrajo la atención del psicólogo Axel Cleeremans, de la Universidad Libre de Bruselas, quien lo citó como ejemplo sobresaliente de “plasticidad cerebral”. Esta capacidad adaptativa permite que el cerebro reorganice funciones cuando determinadas áreas dejan de operar.
Para Cleeremans, este caso plantea una pregunta crucial en el campo de la neurociencia: ¿dónde reside realmente la conciencia? Según sus investigaciones, la conciencia no estaría localizada en una región específica, sino que sería una función distribuida que diferentes zonas del cerebro podrían “aprender” según las circunstancias.
Aunque existen otros reportes de pacientes con hidrocefalia severa que han desarrollado cierto nivel funcional, el caso del hombre francés es uno de los más extremos conocidos, lo que lo convierte en un referente en los estudios sobre sucesos médicos insólitos en el campo de la neurología.

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