La extrema derecha, liderada por el radical Herbert Kickl, aspira a ganar el domingo por primera vez unas elecciones legislativas en Austria, pero la pugna con los conservadores se presenta reñida.
El Partido de la Libertad (FPÖ) ya ha participado en varios gobiernos pero hasta ahora nunca ha terminado primero en unos comicios nacionales.
Pero esta vez, sueña con una victoria, aupado por su triunfo en las elecciones europeas de junio y el auge de los partidos nacionalistas en Europa.
Los sondeos auguran a esta formación, fundada por antiguos nazis, un 27% de los votos, frente al 25% para los conservadores del ÖVP.
El actual jefe del gobierno y líder de los conservadores, Karl Nehammer, hizo un llamado este viernes desde la sede de su partido a votar "contra la radicalidad, por la estabilidad, y no el caos".
"Los austriacos tienen su destino en sus manos", declaró el canciller de 51 años, reafirmando su negativa a formar una alianza con su Kickl, de 55 años.
Sin mayorías absolutas previsibles y salvo sorpresas, lo más probable es que los conservadores - que actualmente gobiernan con los Verdes - conserven el poder tras el voto de 6,3 millones de austriacos.
¿Pero con qué alianzas? Si los conservadores terminan codo a codo con la ultraderecha, es posible que se forme una coalición entre estas dos fuerzas, como en 2000 y 2017.
Paradójicamente, una amplia victoria del Partido de la Libertad podría mantenerlo fuera del poder.
Los conservadores del ÖVP "no aceptarán ser el socio minoritario", comenta el politólogo Thomas Hofer. Preferirían unir fuerzas con los socialdemócratas y los neoliberales de Neos, un formato a tres bandas sin precedentes.
Aun así, un primer puesto para la extrema derecha sería "un terremoto" para el país alpino, según el analista.
Tras tocar fondo hace cinco años a raíz del escándalo de corrupción Ibizagate, el FPÖ ha protagonizado una espectacular remontada bajo el liderazgo de Kickl, un estratega que ha reconstruido el partido.
Criticando las medidas anti-covid, el alto costo de la vida, las políticas medioambientales e incluso las sanciones contra Rusia en nombre de la neutralidad austriaca, su discurso ha ido viento en pompa.
Como en otras partes de Europa, desde Giorgia Meloni en Italia a Marine Le Pen en Francia, ha prosperado gracias a los temores sociales y económicos que recorren el continente.
Kickl, que en la patria de Adolf Hitler quiere ser llamado "Volkskanzler" (canciller del pueblo) como él, propone, entre otras promesas, despojar de su nacionalidad y deportar a los austriacos de origen extranjero.
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