Sara Gómez Armas. EFE
El rastro de la masacre de Hamás, en el sur de Israel, todavía tiene conmocionada a la nación, donde los muertos israelíes superan los 1.200, más que en toda la Segunda Intifada (2000-05); mientras la Franja de Gaza, destruida, sin electricidad ni apenas alimentos, está al borde del abismo con los hospitales colapsados.
Las imágenes de cadáveres regados por el suelo han vuelto hoy a las pantallas israelíes, en el kibutz de Be’eri, donde los servicios de emergencia dicen que hallaron cuerpos mutilados, torturados y quemados en el lugar, semejantes a las vistas ayer en el cercano kibutz de Kfar Aza.
Han pasado más de 24 horas desde que las unidades de élite israelíes consiguieron acabar con la resistencia de los combatientes atrincherados en Be’eri, tras 48 horas de encarnizados combates. Según reveló el Ejército, los milicianos de Hamás que tomaron el control de Be’eri el sábado se habían disfrazado con uniformes del ejército israelí y empezaron a disparar a las unidades militares que se acercaban al kibutz, donde tomaron como rehenes a unas 40 personas.
Escombros. Así quedó el kibutz Be’eri, último refugio de terroristas que atacaron el sábado. Foto: EFE
“Fue la mayor masacre de todas las comunidades de esta zona”, afirmó un portavoz militar. En esa pequeña comunidad de no más de mil habitantes, los servicios médicos han rescatado más de mil cuerpos y algunos vecinos siguen desaparecidos.
Por su cercanía a Gaza, a apenas cinco kilómetros de la valla, Be’eri fue uno de los primeros núcleos arrasados por el millar de milicianos que asaltaron Israel la madrugada del sábado, y fue uno de los últimos en ser retomado por completo por las fuerzas israelíes.
Israel recuperó el miércoles el control de todo su territorio y repelió la presencia de las milicias, aunque advierte que todavía pueden quedar “terroristas” infiltrados en suelo israelí. De hecho, solo ayer mató a 18 milicianos palestinos que estaban dentro o intentando penetrar Israel y hoy neutralizaron otra tentativa de infiltración de cinco milicianos, matando a tres de ellos.
Con los muertos pasando la barrera de los 1.200 del lado israelí, además de 3.000 heridos, Israel aún digiere el impacto de una guerra sin precedentes que va a marcar un antes y un después; mientras todavía busca a decenas de desaparecidos rastreando las muestras de ADN de las víctimas sin identificar.
Dolor. El entierro de un miembro de Hamás en Gaza. Foto: EFE
En un gesto de unidad nacional después de meses de polarización política y fractura social interna, el primer ministro Benjamín Netanyahu anunció la creación de un gobierno de emergencia mientras duren las hostilidades, al que se ha integrado el líder opositor Benny Gantz, exministro de Defensa y ex jefe del Estado Mayor.
No han trascendido noticias sobre el centenar de secuestrados israelíes que las milicias islamistas mantienen dentro de Gaza, desde donde hoy se siguieron lanzando cohetes hacia Israel, que activaron de nuevo las alarmas en el centro del país, incluido el área de Tel Aviv, e impactando uno de ellos en el hospital de Ashkelón, ciudad cercana al enclave.
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En la Franja, la situación es crítica, al borde del abismo de otra catástrofe humanitaria, probablemente también sin precedentes. Los muertos ya suman 1.100 y 5.330 los heridos.
A las 11:00 GMT, la compañía eléctrica de Gaza cortó la electricidad de todo el enclave ante la falta de combustible. Israel mantiene un cerco implacable desde el domingo -desconectó a la Franja de su red eléctrica, y cortó toda entrada de gasolina, alimentos o medicinas-; bombardea sin descanso.
El Ejército israelí ha atacado con incesantes bombardeos 2.687 objetivos, muchos de ellos estructuras milicianas, pero también viviendas, mezquitas y otras instalaciones civiles.
Desde que empezó la contraofensiva se han dañado 14 centros médicos y han muerto 10 médicos. Sin luz ni medicinas ni material médico, los hospitales están desbordados.
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“Nuestra capacidad está al límite y solo podemos intentar mantener las vidas de los heridos”, dijo a EFE el doctor Medhat Abás, portavoz del Complejo Médico Al Shifa, hospital más grande de Gaza.
Masacre. Decenas de civiles israelíes fueron asesinados. Foto: EFE
Mientras la guerra entre Israel y las milicias de Gaza se intensifica, en la frontera norte sigue escalando la tensión por cuarto día consecutivo.
Un misil antitanque fue lanzado desde Líbano contra un puesto militar israelí en Arab Al Aramshe, una comunidad a pocos metros de la frontera, sin causar daños o heridos. Desde el domingo, el grupo chií libanés Hizbulá y las facciones palestinas en territorio libanés han protagonizado varios disparos de cohetes, morteros y misiles, y al menos una infiltración en Israel, que ha respondido a todos con ataques por aire y artillería.
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Rodeados de escombros y destrucción, los hospitales de la Franja de Gaza están al borde del colapso en medio de un corte eléctrico general que se suma a la escasez de insumos y personal médico, comprometiendo así la atención de los más de 5.000 heridos.
Los proyectiles israelíes han dañado gravemente los aparatos que suministraban electricidad desde Israel.
Además, varias ambulancias han quedado inservibles y personal médico ha muerto por los ataques israelíes.
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Se cuentan unos 260.000 desplazados en el enclave, la mayoría de ellos refugiados en escuelas de la ONU.
Joe Biden, presidente de EE. UU.
“Es importante que los estadounidenses vean lo que está pasando. Llevo haciendo esto mucho tiempo y nunca pensé que vería confirmadas imágenes de terroristas decapitando a niños”.
Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel
“Vamos a destruir y matar completamente a Hamás, el ISIS de Gaza. Se esfumarán de la Tierra, ya no existirán, no aceptaremos que los niños y bebés israelíes sean asesinados y todo siga como siempre”.