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“Nayib Bukele es un alumno 'aventajado' de Hugo Chávez y Alberto Fujimori”: Alonso Cárdenas

El plan del presidente Nayib Bukele para combatir la delincuencia en El Salvador ha abierto un debate en el Perú. Sin embargo, para el politólogo Alonso Cárdenas, se trata de "una estrategia para desviar la atención de los graves problemas”.

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“Los líderes mesiánicos están teniendo tanto apoyo porque el sistema político no funciona en América Latina”, señala Cárdenas. Foto: composición de Fabrizio Oviedo/LR/EFE/AFP

Nayib Bukele es el presidente más popular de América Latina y la gran estrella política de los últimos meses. Su plan para erradicar la delincuencia ha abierto un serio debate en el Perú con el pronunciamiento de autoridades como el presidente del Consejo de Ministros, Alberto Otárola, el presidente del Poder Judicial, Javier Arévalo, entre otras. Además, ha desnudado la necesidad de mejorar los servicios públicos, erradicar la corrupción, burocracia y otros problemas de una “región desesperada”, según Alonso Cárdenas, politólogo y profesor de Ciencia Política en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.

Desde marzo de 2022, El Salvador ha implementado un régimen de excepción para combatir a las pandillas, en el que se suspenden las garantías constitucionales y que ha sido denunciado por organizaciones humanitarias de violar los derechos humanos. En 16 meses, el plan Bukele ha dejado más de 72.000 presuntos pandilleros detenidos por la medida que permite detenciones sin orden judicial. A esto se han sumado acusaciones de torturas sistemáticas, choques eléctricos y detenciones arbitrarias.

Nayib Bukele aseguró que los extranjeros que violen la ley "deberán enfrentar la justicia salvadoreña, reclame quien reclame". Foto: AFP

“América Latina, una región desesperada”

—¿Qué opina de las últimas declaraciones de autoridades peruanas —como el premier y algunos alcaldes— que han sugerido y propuesto implementar el modelo Bukele en Perú?

—Creo que ese tipo de declaraciones en general están un poco reñidas con la realidad. El Salvador y el Perú son diametralmente opuestos en muchísimos elementos, por lo cual la implementación de la estrategia del presidente Bukele en el Perú para combatir el crimen organizado, la inseguridad ciudadana, no sé si sea factible dado que la realidades son completamente distintas. Entonces, desde mi perspectiva es más una iniciativa para tratar de levantar los ínfimos niveles de popularidad que tienen nuestras autoridades.

—¿Quizá un arranque populista?

—Yo creo que sí, porque el Perú ya cuenta con instrumentos para la lucha contra el crimen. Por ejemplo, está la política nacional de seguridad ciudadana contra la trata de personas. Está el CONASEC, la política nacional penitenciaria. En fin, una amalgama de planes, estrategias, políticas, que ya se han diseñado, que ya se han aprobado, sobre las cuales se ha invertido tiempo y recursos, y no tenemos mayor información de cuál es su nivel de implementación. Esas políticas sí responden a la realidad de nuestro país.

Entonces, más que traer el modelo de países totalmente distintos, deberíamos exigir la rendición de cuentas.

En 16 meses, más de 72.000 presuntos pandilleros han sido detenidos durante el régimen de excepción. Foto: AFP

—Tampoco es responsable importar modelos que están reñidos con los derechos humanos y normalizar este tipo de medidas autoritarias

—Nosotros tenemos una serie de compromisos que debemos cumplir como Estado. Hemos firmado una serie de acuerdos internacionales, de tratados, tenemos la Constitución que garantiza una serie de derechos, y esta puesta del presidente Bukele creo que va reñida con el Estado de derecho en el Perú. Desde el plano internacional, este grito desesperado de nuestras autoridades por importar modelos de otros países también legitima a esos gobiernos.

Y el presidente Bukele, por mencionar un ejemplo, se va a lanzar a la reelección violando su propia Constitución. Creo que es un alumno "aventajado" de Hugo Chávez, que hizo exactamente lo mismo, y también de Alberto Fujimori, que también repitió lo mismo. ¿Y cómo terminaron Chávez y Fujimori? Pues no es un ejemplo precisamente democrático.

“Una estrategia para tratar de desviar la atención de los graves problemas que tiene el Perú”

—Y es muy peligroso porque se está viendo como si fuera un modelo a seguir...

—Sí, pero hay que tomar un aspecto en consideración. Es totalmente entendible porque la situación de la seguridad ciudadana, del crimen, de la delincuencia, de la violencia, ha llegado a tal magnitud por la dejadez, la corrupción, la incompetencia de nuestras autoridades, que la ciudadanía está desesperada y busca una solución.

En contextos de crisis generalizadas, los cantos de sirena siempre aparecen. Es muy importante señalar eso. La ciudadanía está buscando una salida, una solución ante la inoperancia de sucesivos gobiernos. Y, en estos contextos, aparecen este tipo de fenómenos. Entonces, las exigencias no deben ir sobre el plan Bukele, sino sobre la gestión pública, la ética, la lucha contra la corrupción dentro de las propias entidades del Estado peruano.

También hay un tema de desesperación de la ciudadanía. Pasan los gobiernos, pasan los años, pasan las décadas y no hay solución a los problemas de inseguridad ciudadana que avanzan inconteniblemente.

—¿Cree usted que hay algún mensaje "entre líneas" en el debate de aplicar el plan Bukele en el Perú?

—Más que un mensaje, yo creo que es una estrategia para tratar de desviar la atención de los graves problemas que tiene el Perú. Si usted ve lo que ha hecho Nayib Bukele en El Salvador, pues es prácticamente copar todas las instituciones del Estado salvadoreño. Tiene un Congreso totalmente servil, tiene un tribunal de justicia totalmente servil, ha expulsado a las organizaciones de derechos humanos, controla los medios de comunicación, viola totalmente la Constitución en búsqueda de la reelección. ¿Es eso lo que queremos en el Perú? Ya lo hemos vivido con nefastas consecuencias.

Bukele es la figura política latinoamericana del momento por sus medidas antiderechos. Foto: AFP

—¿Por qué Nayib Bukele tiene tanta popularidad, según el latinobarómetro cuenta con el 90% de aprobación en El Salvador, y se está empezando a extender por la región?

—Si usted compara, por ejemplo, en su mejor momento Hugo Chávez también tuvo el 90% de aprobación, inclusive el presidente Fujimori cuando cierra el Congreso tenía el 80% de aprobación y, sin ir tan lejos, el presidente Vizcarra tenía también 80-90% de aprobación cuando cierra el Congreso. Lo que debemos interpretar de eso es que estos líderes políticos, desde Chávez hasta Fujimori, Bukele, etc, se han reivindicado bastante porque despotrican contra la clase política tradicional. Bukele ha arrasado con la clase política tradicional, inoperante, corrupta, burocrática, etc.

Digamos a cualquier precio, justos por pecadores, ha enfrentado el problema de la seguridad ciudadana. Entonces, es una gran estrategia a nivel Latinoamérica desprestigiar a la casta política nacional y a sus instituciones, pero estos niveles de popularidad pueden ser efímeros.

—Ha mencionado a Chávez y Fujimori nuevamente junto a Bukele, ¿hay algún paralelo en sus figuras o mensajes políticos?

—Yo creo que es, digamos, la misma escuela, la del outsider que despotrica, con justa razón, contra la clase política tradicional y contra las instituciones, en un contexto de desesperación de la ciudadanía, para brindar soluciones draconianas. Pero, como yo le digo, esta popularidad, sobre todo en América Latina, puede ser efímera.

Organizaciones humanitarias han denunciado torturas sistemáticas, choques eléctricos y detenciones arbitrarias. Foto: AFP

—Con el ascenso de figuras como Bukele y Milei, ¿estamos ante un giro de tuerca hacia la derecha en América Latina?

—Más que un giro de tuerca hacia la derecha, porque esto también podría ser una izquierda populista, irresponsable, mesiánica, yo veo que estos líderes mesiánicos están teniendo tanto apoyo porque el sistema político no funciona. En América Latina, los Estados son sumamente corruptos, inoperantes.

Acabamos de salir de una pandemia que ha demostrado su nivel de disfuncionalidad, no hay resultados en salud, educación, en transporte, vivienda, seguridad ciudadana, etc. América Latina, grosso modo, es una región desesperada. Es la región más violenta del mundo con 42 de las 50 ciudades más violentas del mundo. No es casualidad que estos líderes mesiánicos aparezcan por la inoperancia, la corrupción de la clase política tradicional y las instituciones a lo largo y ancho del continente.