Inés Santaeulalia y Juan Diego Quesada, El País.
Da igual donde esté, al presidente colombiano, Gustavo Petro, siempre se le encuentra en Twitter. Este podría ser un día aciago para el mandatario que sigue de reojo cómo todo a su alrededor se empantana.
La no política comienza a adueñarse del llamado Gobierno del cambio. Las crisis y los cambios de estrategia se solapan unas a otras y el ruido impide ver ya un horizonte ejecutivo claro. Por un lado, el presidente alienta desde hace un mes la batalla ideológica con la que espera despertar a la izquierda del letargo del poder. Incluso a él mismo, ya que poco después de reunirse con Lula en Brasilia anunció que la próxima semana marchará en las calles “contra la impunidad”. Será entonces un presidente manifestante o un presidente opositor, se entiende que no a su Gobierno, sino al supuesto “golpe blando” que ve en su contra. Por si esto fuera poco, dos de sus colaboradores más cercanos se han enfrentado en un espectáculo tan bochornoso como mediático que lo ha obligado a saltar al campo para detener la pelea. Fue lo primero que hizo cuando llegó de Brasil. De eso sí que no ha hablado en Twitter a pesar de que era de lo que todo el mundo hablaba.
Si hay días en los que parece que no pasa nada, hay días en los que parece que pasa de todo. El ambiente ya venía caldeado desde que hace un mes Petro hiciera una profunda remodelación de su gabinete que incluyó la salida de siete ministros.
Entonces, abogó por llevar a su Gobierno a la izquierda con la intención de desatascar las reformas que chocaban una y otra vez con los sectores moderados o de derecha. La medida por ahora no ha dado resultado. Rota la frágil mayoría que tenía al principio en el Congreso, y que había tejido con partidos conservadores, las reformas se frenan ahora en una Cámara que parece descabezada. En vez de pasos adelante, el Gobierno gira alrededor de sí mismo.
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Petro ve conspiraciones por todos lados. Un día son los militares, otro los tribunales. Los primeros quieren comandar un golpe como le hicieron a Salvador Allende —no hay el más mínimo indicio de que eso sea factible—. Los segundos, gobernar con la toga, apartando a políticos de su movimiento del ejercicio de sus funciones; lo ha bautizado como un golpe blando.
Petro está convencido de que el cambio que prometió genera muchas resistencias en una estructura estatal conservadora, acomodaticia. El establishment en su concepto más puro, en el que incluye a los medios de comunicación. No olvida que él fue destituido por la Procuraduría cuando era alcalde de Bogotá por un asunto administrativo y fue inhabilitado por 15 años.
La CIDH le dio la razón. Sin ese giro del destino nunca habría llegado a ser presidente. Eso ha marcado su vida política, su percepción de la realidad. A esa institución que lo salvó quiere dirigirse ahora para evitar que suspendan a sus congresistas, entre ellos uno clave en su Gobierno, Roy Barreras, apartado de su cargo por doble militancia. Estas decisiones que considera injustas le harán salir a la calle, como ha anunciado. Vuelve el presidente manifestante, el presidente pancartero. Hacer oposición a la oposición.
Según Otárola, Petro tuvo una "actitud beligerante". Foto: EFE
Petro empezó su mandato con unas alianzas en el Congreso que permitían ser optimistas sobre sus posibilidades de sacar adelante las reformas que tenía en la cabeza. La fiscal, la laboral, la de salud, entre otras. Sin embargo, todo se ha paralizado en la Cámara. Se ha llenado de asientos vacíos. El presidente rompió con los partidos conservadores y moderados por considerar que rebajan sus reformas hasta dejarlas irreconocibles frente a las que él tiene en mente. Eso le ha dejado un poco solo. Desde hace 45 días se puede decir que el Congreso está prácticamente paralizado. Si tarda en rearmar su coalición, corre el riesgo de que no logre aprobar casi nada. Los legisladores de su partido le urgen a que ponga el acelerador, pero pareciera que el presidente ya no cree que el éxito de su Gobierno dependa de un Congreso al que considera en manos de fuerzas conservadoras que fingen cambiar todo para que nada cambie.
Armando Benedetti, su escudero, su fiel aliado, le ha metido en un enredo del que no se sabe muy bien cómo van a salir los implicados. Benedetti, embajador en Caracas, ha acusado a la persona más cercana de Petro, Laura Sarabia, la jefa de Gabinete, de ocultar una gran cantidad de dinero en su casa, de someter a la niñera de su hijo a un polígrafo a la fuerza —se le acusaba de robar un maletín con 7.000 dólares— y ha llegado a insinuar que tiene teléfonos intervenidos.
El asunto de la niñera acabó en los medios el sábado pasado y Sarabia cree que quien lo filtró fue Benedetti, el que era hasta hace poco su jefe. Petro se encuentra atrapado entre dos lealtades. Benedetti le acompañó y lo defendió durante la desgastante campaña que le llevó al poder. Sarabia es hoy en día su persona de más confianza, su muleta. El conflicto Benedetti-Sarabia no beneficia a nadie, y menos al presidente. Los dos enemigos fueron íntimos hasta hace unos meses, cuando comenzaron a discrepar sobre la forma de asesorar a Petro. Desde Brasil, el presidente llamó al embajador para que dejara de azuzar el tema en redes sociales. Lo convocó de urgencia este jueves para zanjar de una vez por todas la disputa. Petro no quiere incendios en casa.
La periodista colombiana Camila Zuluaga, quien trabaja en la emisora Blu Radio, denunció que fue víctima de acoso por parte de seguidores de Petro, al que acusó de haberla señalado “directamente” en Twitter por su trabajo. “Ayer en las redes sociales se publicó un video captado en los alrededores de mi casa cuando paseaba con mi bebé de un año, con el que se demuestra que estoy siendo objeto de seguimientos por parte de personas afectas a su proyecto político y que asumen una actitud de hostigamiento directo por la información que transmito y las opiniones que expreso en relación con su Gobierno”, dijo Zuluaga. En el video, publicado en TikTok, se ve a Zuluaga caminar con su hija y una persona que trabaja en su casa. El autor del clip asegura que la periodista está caminando y conversando con Marelbys Meza, quien trabajó como niñera en casa de la jefa de Gabinete de Petro, Laura Sarabia.
Al cierre de la presente edición, la Fiscalía denunció que la Policía colombiana interceptó ilegalmente el teléfono de Marelbys Meza, quien dice haber sido interrogada en dependencias del palacio presidencial como sospechosa del supuesto hurto de un maletín con unos 7.000 dólares.
De otro lado, la Procuraduría abrió una indagación previa contra la jefa de Gabinete y otros funcionarios “para determinar cuáles son los hechos que podrían originar falta disciplinaria, y abrimos indagación por la situación planteada” contra ella y “más personas indeterminadas que pueden estar involucradas.