Ciudad del Vaticano. EFE
“Algunos en el Gobierno querían ‘cortarme la cabeza’, y sacaron a relucir no tanto este asunto de (el cura apresado Franz) Jálics, sino que pusieron en duda todo mi modo de actuar durante la dictadura. Entonces, me llamaron a juicio”, recordó el ahora pontífice.
Bergoglio, cardenal y arzobispo de Buenos Aires, eligió responder al interrogatorio en la sede del arzobispado en 2010 —en el primer mandato de Cristina Fernández de Kirchner— y durante 4 horas y 10 minutos respondió a las preguntas de los investigadores.
“Uno de los jueces insistía mucho en mi modo de comportarme. Yo siempre respondí con la verdad. Pero, para mí, la única pregunta seria y bien fundada fue la del abogado que pertenecía al Partido Comunista. Y gracias a esa pregunta las cosas se aclararon”, dijo.
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Jorge Mario Bergoglio adopta el nombre de Francisco en 2013 tras convertirse en papa. Foto: EFE
Tras su elección como papa, Francisco recibió críticas por parte de algunos sectores sobre su supuesto silencio en la dictadura militar (1976-1982) e incluso la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, le invitó a entonar el mea culpa.
Francisco habló en concreto de los casos de los padres Franz Jálics y Orlando Yorio, apresados durante la dictadura y de los que en un principio le acusaron de no haber hecho lo suficiente para impedirlo. “En el barrio en que trabajaba había una célula guerrillera. Pero los dos jesuitas no tenían nada que ver con ellos: eran pastores, no políticos. Pero fueron hechos prisioneros, siendo inocentes. No encontraron nada con qué acusarlos, y tuvieron que cumplir nueve meses de cárcel, sufriendo amenazas y torturas”, recordó.
Francisco explicó que después “surgió la leyenda” de que había sido él quien los había entregado para su encarcelamiento.
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El papa Francisco reveló que aún hay “resistencias terribles” a la aplicación del Concilio Vaticano II y que el peligro en la Iglesia “es el atraso, la reacción contra lo moderno”.
Sobre si se puede perdonar a los abusadores, respondió: “Incluso hablar con el abusador nos da asco. Pero ellos también son hijos de Dios y se necesita atención pastoral. Merecen un castigo, pero también un cuidado pastoral. ¿Cómo hacerlo? No, no es fácil.