El 22 de abril de 1987, Ruthie McCoy fue hallada sin vida en su departamento de Chicago, Estados Unidos. A pesar de que advirtió a sus vecinos y a la Policía de que había sido amenazada por una extraña voz que provenía de su baño, la mujer de 56 años fue ignorada debido a los estigmas en torno a los problemas mentales que presentaba.
Sin embargo, la voz que oía McCoy cuando rezaba frente al espejo de su baño no era producto de la paranoia que padecía, sino que se trataba del constante acoso que sufría por su futuro asesino.
Ruthie McCoy tenía pensado mudarse por el alto nivel de delincuencia en su edificio. Foto: referencial/Eduardo Contreras/Chicago Tribune
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Ruthie vivía en ABLA Homes, una residencia pública para personas de escasos recursos en Chicago. La zona, que se encontraba rodeada de pandilleros, era tan peligrosa que ocurría al menos un asesinato a la semana.
Según contaron sus vecinos, la vida de McCoy comenzó a mejorar. Sus episodios de paranoia se encontraban cada vez más controlados y consiguió un bono de discapacidad por parte del Gobierno de 2.000 dólares mensuales, con lo cual ya planeaba mudarse a un lugar más seguro.
Una noche, cansada de seguir escuchando voces, llamó a la Policía. A los agentes del orden les señaló que alguien “quería pasar por el baño”. Un efectivo arribó hasta la zona, pero, al notar que nadie abrió la puerta del departamento, se marchó. Una de las vecinas de Ruthie tuvo que volver a insistir a las autoridades para que constataran su estado, hasta que lograron ingresar a su vivienda, donde hallaron una terrible situación.
Recreación de cómo lucía los servicios higiénicos de Ruthie McCoy. Foto: Daily Mail
Al entrar al apartamento, la Policía de Chicago notó que las cosas de McCoy habían sido robadas y solo se encontraban folletos religiosos esparcidos por el piso. Al ingresar a su dormitorio, la mujer de 56 años fue hallada sin vida y con un impacto de bala, mientras que en el baño se descubrió un enorme hueco en el que debía estar el espejo.
Más tarde, una investigación de las autoridades reveló que todos los servicios higiénicos del edificio tenían un agujero en el mismo punto. Los pandilleros de la zona aprovecharon estos espacios para meterse a los departamentos a robar.
Ruthie McCoy no solo se convirtió en una víctima de su asesino —a quien nunca se capturó—, sino que también recibió indiferencia por parte de las autoridades y de sus vecinos a causa de los prejuicios por su condición mental.