Unas fotos en redes sociales de cuando era niño, otra de adulto y algunos datos sobre su pasado le permitieron al brasileño Gilberto Leite, un hombre de 41 años, volver a ver a su familia biológica 37 años después. Ese día descubrió una cruel realidad: su propio padre lo había vendido cuando tenía tan solo dos años.
Gilberto, que actualmente vive en Fazenda Rio Grande, en la Región Metropolitana de Curitiba, se enteró de que era adoptado cuando tenía 14 años por el comentario de un familiar, según contó al sitio G1.
Imagen publicada en redes sociales por Gilberto con el fin de encontrar a su familia biológica. Foto: G1
Dicha verdad después fue confirmada por sus padres, quienes le dijeron que su nombre era Dominique antes de la adopción. Además, le contaron que, según lo que sabían, tenía hermanos, vivían en Campo Largo y sus padres habían muerto en un accidente de auto.
“Me asusté. Estaba pensando: ‘Maldita sea, ¿por qué me dieron en adopción?’”, dijo que pensó al enterarse. Según contó, su padre adoptivo lo animó y ayudó a buscar a su familia biológica. Sin embargo, no tuvieron éxito. Años después, y con la ayuda de su esposa, Gilberto decidió usar las redes sociales para encontrar a sus hermanos.
Según indicó, a pesar de que solía recibir gran cantidad de mensajes de todo el país, su búsqueda continuaba. Hasta que un día, hace dos años, una joven le escribió y le dijo que su tío había perdido a su pequeño hermano llamado Dominique, desaparecido cuando tenía dos años. Se pusieron en contacto y cuando vio su foto se sorprendió por el parecido físico entre ambos. Tras esto, decidieron encontrarse.
Luego de conocer a su hermano, este lo llevó a la casa de su mamá biológica. “Estás de vuelta con la familia”, le dijo su madre.
Gilberto decidió hacerse una prueba de ADN, la cual arrojó un resultado del 99.99% de similitud. Después de eso, “solo era cuestión de conocer al resto de la familia”, agregó.
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Tras el encuentro, su madre le contó que, un día, mientras ella estaba fuera, su padre biológico lo vendió a un hombre, ya que, según argumentó, la familia atravesaba graves dificultades económicas. Cuando ella le preguntó qué había hecho, él solo contestó “no importa”. La pareja se separó poco después.
“Mi madre me buscó desesperada”, dijo Gilberto. “Todos los años, para el día de mi cumpleaños, mi mamá hacía una torta y celebraba. Decía que tenía la certeza en su corazón de que iba a volver”, relató.
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El hombre que compró al niño no fue su padre adoptivo. Al enterarse de que lo buscaba su madre, este decidió dejarlo en un orfanato.
Según indicó G1, el caso nunca fue denunciado a la Policía ni a la Justicia. La venta de niños es penada con uno a cuatro años de cárcel, pero el Código Penal brasileño establece que los delitos con pena máxima de hasta cuatro años prescriben a los ocho años a partir de la fecha en que fueron cometidos.